Nueva Jerusalén: entre el fanatismo y la conveniencia

Salud

El 6 de julio de 2012, el pequeño poblado de La Ermita (mejor conocida como Nueva Jerusalén) localizada al sureste de Puruarán, en el municipio de Turicato, Michoacán, volvió a los encabezados de la prensa tras la destrucción –un día antes—de la primaria Vicente Guerrero y de otro plantel de educación preescolar. Los edificios fueron demolidos a marrazos y luego incendiados. La orden de acabar con dichas instalaciones públicas la dio un individuo que se ostenta como el patriarca local –no reconocido, por cierto, por las autoridades católicas. Esta persona, que responde al nombre de Martín de Tours (en alusión al santo de origen húngaro del siglo IV, conocido por sus visiones de Jesucristo, su resistencia a la tentación demoniaca y su vehemente lucha contra el paganismo), habría decidido tal barbarie después de recibir un mensaje de la virgen María del Rosario, por intermediación de una vidente, pidiéndole acabara con dichas instalaciones porque en ellas se impartía educación laica. Para este grupo escindido del catolicismo, todas las instituciones del Estado son una manifestación de la degradación del mundo y, por tanto, de la presencia de Satanás en la tierra. Ahora bien, más allá de una interpretación cultural o religiosa de los hechos, es pertinente observar cuáles son los fondos políticos de este escalofriante fenómeno desarrollado en el umbral de la Tierra Caliente michoacana.
Desde su fundación en 1973, Nueva Jerusalén se constituyó como un pertrecho de disidencia tanto religiosa (de la iglesia católica) como de la autoridad. Un recuento pormenorizado de cómo surge esta comunidad establecida por el entonces párroco de Puruarán, Nabor Cárdenas Mejorada (fallecido en 2008 con el alias de “Papá Nabor”), puede encontrarse en el texto de Gustavo López Castro, “Nueva Jerusalén: un pueblo del más allá”, publicado en 1984 en Revista Relaciones. Estudios de historia y sociedad, de El Colegio de Michoacán. Como ya se mencionó, para los que ejercen el poder en la comunidad –quienes evidentemente no son ni el municipio, ni el gobierno estatal o federal—, el derecho a la educación básica obligatoria y ajena a cualquier doctrina religiosa consagrado en la fracción I del artículo 3 constitucional, es contrario a sus creencias. Los planteles derruidos habían sido los primeros construidos en el sitio y databan apenas de 2007. Según los últimos datos registrados por el INEGI, el pueblo tenía 2,310 habitantes, de los cuales 794 eran analfabetos mayores de 15 años de edad, y había 255 jóvenes entre 6 y 14 años sin asistir a la escuela; es decir, cerca de la mitad de su población no sabe leer ni escribir. Para Martín de Tours y su grey, este analfabetismo es una muestra de que esas personas son puras y están en el camino de la salvación, ya que no están contaminadas por el sistema del Estado. No sólo es la negación de la educación pública lo que preocupa, sino también de otros servicios proporcionados por el Estado como la salud y los programas sociales. No obstante, cuando sí se “toleraba” la llegada de los apoyos como Oportunidades o las pensiones para adultos mayores, los líderes locales como el también fallecido “vidente de la virgen”, Agapito Gómez (padre de Rosa Gómez o “Mamá Catalina”, el oráculo que propició los eventos del 5 de julio pasado), se veían favorecidos al quitarle un porcentaje de su recurso a los beneficiarios, argumentando que ese dinero estaba manchado por el demonio. En la actualidad, SEDESOL considera a esta localidad como inactiva.
En lo político, tradicionalmente, Nueva Jerusalén era un bastión priista, más por una conveniencia de estar “en paz” con el gobierno, que por una convicción institucional. Sin embargo, ni la transición política en Michoacán con el primer gobierno perredista (2002) pudo trastocar de inmediato el “orden” en esa comunidad. Fue hasta que surgieron diferencias entre los grupos del culto que la disidencia se rebeló al statu quo y abrazó desde al perredismo (al cual condenaban por ser de izquierda), hasta a las instituciones públicas. De hecho, los abusos del vidente Agapito –respaldado por Martín de Tours—, sumado a la inminencia de la sucesión de “Papá Nabor” a finales de 2007, generó un conflicto interno entre los neojerusaleños por el control del lugar. Martín de Tours salió victorioso de ese proceso y, desde entonces, ha intentado someter a sus detractores, quienes asentaron una localidad alterna denominada La Injertada. Hace unos días, estos “rebeldes” han anunciado que facilitarán sus predios para la construcción de nuevas aulas a fin de que los niños puedan tomar sus clases, aunque acusan amenazas por parte de los radicales de que volverían a ser derrumbadas.
El caso de Nueva Jerusalén es complejo y cuenta con diversas aristas que han sido analizadas con poca profundidad. Bajo el amarillismo de cubrir un extravagante culto religioso, los medios y los analistas suelen olvidar conflictos más graves emanados de esta situación. Por ejemplo, quedan abiertas preguntas como: ¿cuáles son los límites de los usos y costumbres? (esta localidad no está oficialmente reconocida con ese régimen (aún) o, la más alarmante, ¿dónde está el Estado? Temas nada menores si uno otea las perspectivas de este tipo de manifestaciones con una visión de futuro.

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