El triunfo de Vicente Fox en la elección presidencial del año 2000 cambió a México para siempre. La derrota del PRI no sólo trajo consigo el fin de más de setenta años ininterrumpidos del partido en el poder, sino también la transformación de la estructura del sistema político en su conjunto. Sin el PRI, sin el sistema de control social que representaba, nunca más un presidente podrá imponer sus decisiones
sobre la sociedad mexicana. Con estos cambios, el hoy presidente Fox abrió la puerta para la transformación del país y para la construcción de una economía y una sociedad modernas. Desafortunadamente, al menos hasta la fecha, el nuevo gobierno se ha quedado con la oportunidad en la mano.
Para nadie es secreto que a pesar de los avances de los que el país hizo gala por muchos años, éste se estancó desde hace tiempo. Las barreras y obstáculos al desarrollo que había impuesto un sistema político orientado al control y a la depredación acabaron paralizando el desarrollo del país. Reconociendo la gravedad del problema, los propios priistas iniciaron profundas reformas económicas que, poco a poco y sin pretenderlo, fueron rompiendo los amarres que sostenían al PRI en el poder. Las reformas económicas de los ochenta y noventa –cuyos ejes sustantivos fueron la apertura económica, las privatizaciones y el TLC- gradualmente transformaron a la economía y a la sociedad. Con el tiempo, algunas de esas reformas probaron ser extraordinariamente visionarias, en tanto que otras profundizaron problemáticas ya existentes. De lo que no hay duda es que tanto las reformas exitosas como las que no lo fueron tanto acabaron por tener extraordinarios efectos políticos. A final de cuentas, no se puede ignorar el hecho de que una mayoría absoluta de los votantes se manifestara tajantemente en contra del PRI en la pasada elección.
El triunfo de Fox cambió a México, doblegó al PRI, retó al establishment y abrió una nueva era para el país. En el camino, también exacerbó las expectativas de una transformación rápida e indolora que, aun en la mejor de las circunstancias, habría sido difícil de concretar. A un año de distancia, sin embargo, la realidad es otra: ahora resulta patente la incapacidad del gobierno para cumplir sus promesas y, sobre todo, para satisfacer las expectativas que ha generado. Parte del problema yace, sin duda, en la transformación política que su triunfo hizo posible: el presidente Fox ya no cuenta con los instrumentos de acción que caracterizaron a sus predecesores y sobre los cuales erróneamente fincó sus ofertas de campaña. Pero el problema va todavía más lejos. En retrospectiva parece evidente que el presidente Fox leyó mal la nueva realidad política del país. Es claro que él y sus estrategas esperaban que la sociedad se transformaría, como por arte de magia, para convertirse en algo así como una sociedad civil sueca, como resultado del triunfo de un partido de oposición (el tan traído y llevado “bono democrático”) y que el poder legislativo sería generoso con las iniciativas presidenciales. Nada de eso ha ocurrido y ahora el gobierno se ha empantanado.
Pero no todo está perdido. Todavía es tiempo de que el primer presidente de la nueva era del país logre remontar los problemas de arranque y lleve a cabo la transformación que prometió en su campaña. Pero ello requeriría un estilo muy distinto y una estrategia diferente. El gran atributo del Vicente Fox es su capacidad
de comunicación. Su gran defecto a la fecha es la ausencia de una estrategia de gobierno y de coordinación efectiva de su gabinete. Es tiempo de sumar los dos elementos: se requiere una comprensión cabal de la realidad política actual y dedicar todos los esfuerzos a sumar apoyos a la causa del cambio. Eso entrañaría todo lo que no se ha hecho: definir objetivos realistas, articular una estrategia idónea, vincular estrechamente la comunicación con la estrategia y coordinar a todos los elementos de la misma. El presidente Fox tiene que retomar el hilo de su administración para convertir la oportunidad que generó hace un año en la realidad que el país requiere y la población demanda. Ante todo no debe olvidar que el tiempo camina en su contra y que los retos económicos van a ser cada día mayores.
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