PAN

Administración Federal

El Partido Acción Nacional está frente a una oportunidad histórica y tiene todo para volver a crecer.

Si viéramos al partido como una empresa, serían más evidentes sus activos. La organización gobierna siete estados (tres de ellos se ganaron en alianza) al tiempo que tiene 38 senadores (30%), 114 diputados (23%) y 549 (22%) de las presidencias municipales. Además del PRI, el PAN es el único partido que tiene la experiencia de haber ganado dos veces las elecciones presidenciales y haber estado en el gobierno federal 12 años; cuenta con varias generaciones de panistas con amplia experiencia en los tres niveles de gobierno y tan sólo este año dispone de un presupuesto partidista de 857 millones de pesos. ¿Cuántos partidos en Latinoamérica pueden decir lo mismo?

El prototipo de votante panista ha sido, históricamente, aquel que pertenece a la clase media urbana. Con el tiempo este segmento sólo ha crecido. Cuando el partido surgió en 1939, menos del 40% de la población mexicana vivía en localidades urbanas; hoy esta cifra es casi del 80%, al tiempo que la matricula universitaria ha crecido exponencialmente, la economía nacional se ha redibujado con la apertura y las “clases creativas” –autoempleadas, muchas– han surgido como nuevo fenómeno social. Y aquí radica la ventana de oportunidad para el PAN: muchos de estos nuevos integrantes de la clase media aún no se sienten realmente representados por ningún partido.

Entre que la agenda del partido se fue diluyendo y las preocupaciones de la clase media fueron cambiando conforme ésta creció y maduró, el vínculo clasemediero del PAN se debilitó.

¿Qué hacer ahora? El PAN podría encabezar un esfuerzo para evitar una regresión autoritaria en el país, evitar también que las medidas contracíclicas y que el déficit en el que se quiere incurrir no pongan en peligro la estabilidad macroeconómica; que la reforma energética traiga, en verdad, crecimiento económico y que haya una regulación adecuada; que las políticas promuevan la movilidad social versus la permanencia de grupos clientelares; una mayor competencia en sectores en manos de pocos; que la reforma fiscal amplíe la base tributaria en vez de pegarle a los mismos de siempre; que se establezca una nueva relación entre gobernados-gobernantes; que los nuevos órganos reguladores sean efectivos; que organizaciones como el IFE y el IFAI tengan cada vez más dientes; que la educación sea una vía de movilidad social y un destino nuevamente para los estudiantes extranjeros.

El PAN tiene frente a sí a un partido en el gobierno al que le urgen reformas con resultados rápidos. Y muchos de estos cambios, como el energético –a los que el PRI le está apostado como motor del crecimiento económico–, sólo pueden llevarse a cabo de la mano de Acción Nacional. Entre las empresas, estas cosas se llaman “alianzas estratégicas” y no se desaprovechan.

“Regresar a los orígenes”, algunos panistas sugieren. La verdad es que a las clases medias que llevan décadas esperando mejores tiempos no les importan los principios del PAN. Tampoco les importa qué es lo que querían originalmente los fundadores o quién es el presidente en turno del partido. Lo único que a este sector votante sí le importa es que no hay políticos abanderando en serio sus intereses y que contratarían –con su voto– a alguien que sí lo hiciera. Así de simple.

El país está viviendo un momento crucial. ¿Quiere el PAN estar en la pelea? ¿Quiere ganar las elecciones intermedias? ¿Quiere volver a la Presidencia? Panistas, piensen empresarialmente. Muchos mexicanos se los agradeceremos.

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