Si uno se detiene un momento a pensar en la piratería, este fenómeno tiene rasgos envidiables. Los productos llegan de otros países sin pasar por trámites aduanales (una especie de paraíso del libre comercio). Los puntos de venta son bastante versátiles, igual es el tianguis que en un cruce vial o un paso a desnivel. Y la oferta satisface la demanda de forma expedita, alguien puede vender un cable para celular, pero, si llueve, venderá también paraguas.
Lo anterior, así planteado, no tiene ningún problema. Sin embargo, el tamaño del mercado que opera fuera del marco legal del Estado es uno de los síntomas más preocupantes de nuestra economía.
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