Esta semana cumplió 25 años el PRD. Muchos para quienes lo fundaron pero pocos para ser la opción de izquierda que necesita el país.
Dado que la izquierda, al menos en teoría, ha representado tradicionalmente a los trabajadores versus a los inversionistas, no es tan evidente el vínculo que existe entre la calidad de la izquierda y el desarrollo económico del país. Sin embargo, no sólo es relevante tener una izquierda moderna y fuerte, sino que, en los próximos años, su presencia y contrapeso será determinante. A continuación algunas reflexiones.
Por estar tan enfocados en sus problemas internos, la izquierda en México ha estado ausente en uno de los debates recientes más importantes. Se trata de la discusión que ha desatado el libro El Capital en el Siglo XXI del francés Thomas Piketty. Este libro, que ha llegado a la cima de las listas de popularidad, presenta la hipótesis de que, debido a que el retorno del capital crece mucho más que la economía, la desigualdad es inherente al capitalismo. Este libro viene a complementar todas las teorías que muestran porqué la desigualdad es un problema para el desarrollo. En consecuencia, el autor propone políticas redistributivas muy agresivas las cuales, mal aplicadas, pudieran acabar con los incentivos a crear valor empresarial.
Debido a que México es un país de contrastes y hay pocas oportunidades de movilidad social, si la izquierda quiere contribuir a un país moderno, necesariamente tendría que encabezar un debate responsable en estos temas.
Por otro lado, hoy los partidos de izquierda en México, están peleándose por un mismo mercado. Pero son pocos los que entienden que uno de los grandes fracasos ha sido que, en más de dos décadas, no han podido ser una opción para sectores clave. El mejor ejemplo son quienes trabajan en la industria manufacturera en el norte y centro del país y que después de décadas siguen sin un partido que los represente.
Si la izquierda quiere sobrevivir, va a tener que, necesariamente, diversificarse y tener una estrategia acorde a cada lugar y segmento de la población. Pues no es lo mismo pensar en la clase creativa del circuito Polanco, Roma, Condesa o Coyoacán, que pensar en los ejidatarios, los maestros o los trabajadores de las empresas manufactureras. Si la izquierda no entiende cómo cada grupo requiere estrategias diferentes, estará destinada al fracaso.
En términos de su narrativa, pareciera que la izquierda está teniendo problemas con dejar ir la agenda de oposición a la reforma energética. La frase “defender el petróleo” hoy suena más anacrónica que nunca. En vez de pensar en consultas populares, una izquierda responsable estaría buscando entender si, en términos ambientales, el shale gas es una buena opción para México (o no), o si realmente es probable que la reforma energética se traduzca en energía más limpia y barata (o no), o cómo tener reguladores fuertes en un tema tan importante.
No hay institución de 25 años que no tenga un reto de capital humano: conjuntar la experiencia y visión de los fundadores con la creación de nuevos cuadros. Recurrir al fundador –el ingeniero Cárdenas- como un símbolo de unidad puede ser útil, pero delegarle funciones porque no hay otras opciones nos habla de un inexistente, o incompleto, relevo generacional. Cárdenas y quizás el mismo López Obrador ya cumplieron con su función. Es absurdo pensar que la modernización de la izquierda puede ser llevada a cabo por ellos.
A sus 25 años, el PRD tiene marca, presupuesto, el contexto de una economía que no avanza, reformas que requieren una buena implementación y trabajadores mexicanos sin representación. Esto sería oro molido para un emprendedor. ¿Por qué no lo sería para políticos con visión?
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