Primero la pecera y después los peces

Presidencia

Calderón debe tener muy claro que la nueva estructura tendrá que discutirse y aprobarse por el Congreso, y que este será el primer gran debate que librará su gobierno

¿Quién será el próximo secretario de Relaciones Exteriores? ¿Quién será la Secretaria de Gobernación? ¿Quién ocupará la secretaría de la Defensa? ¿Es seguro Carstens para Hacienda? ¿Se quedará Mouriño como operador desde Los Pinos? ¿Repetirá alguien del equipo de Fox? ¿Veremos a Woldenberg en el gabinete? ¿Habrá priistas? ¿O quizás ex priistas? ¿Aceptará participar algún perredista? ¿Habrá alguien de Alternativa? ¿Veremos a la maestra en el gabinete? ¿Habrá más mujeres que hombres? ¿Habrá más tecnócratas que políticos? ¿Habrá empresarios? ¿Habrá panistas de viejo cuño?

Estas son algunas de las preguntas que corren por la calle, en los pasillos de las dependencias, en el vestíbulo de la casa de transición, en el Congreso y en una que otra redacción periodística, al abrirse la temporada regular de otoño de cada sexenio, para especular con los nombramientos de los integrantes del nuevo gabinete.

Además, ahora con la red, circulan apuntes y estudios que a cada momento enriquecen la especulación con nuevos nombres. Todos los días se alteran los pronósticos. Algunos quedan muy claros, pero los inconformes no descansan.

Políticos, columnistas y analistas buscan pistas en cualquier comentario de un miembro del equipo y analizan el menor gesto o guiño de Calderón, en una entrevista o en un discurso, para tratar de adelantar la lista de quienes pueden estar en el ánimo presidencial para participar en la nueva administración.

Y no faltan, por supuesto, quienes en el estudio de la “gabinetología”, aventuran nombres para “promover” amigos o para “quemar” enemigos. Filtraciones por aquí y presiones por allá. Pruebas de algunos nombres ante la opinión pública o ante la opinión publicada. Cobro de facturas, atención a grupos, pago de favores y construcción de eso que se prometió en campaña y que se llamó pomposamente un “gobierno de coalición”.

Lo cierto es que la construcción del gabinete de Calderón, como sucede con cualquier gobierno, constituye el primer mensaje del rumbo de la nueva administración.

Pero en el caso de nuestro país, instalados en una transición interrumpida e inconclusa, antes de pensar en los nombres, hay que pensar seriamente en las instituciones.

Es evidente que estamos ante una administración pública no reformada para la nueva condición democrática.

La falta de modificaciones de fondo a la estructura de la administración es uno más de los graves errores y omisiones que hereda el gobierno de Vicente Fox, que, en el caso de la integración del gabinete, se agrega a la creación del engendro de oficinas de la Presidencia, que evidentemente fracasaron, y a la ya clásica pifia histórica de contratar a esa clase de jíbaros contemporáneos, llamados head hunters.

Calderón tiene que construir un gobierno, empezando por diseñar una nueva estructura administrativa, que sepa conservar lo que se ha hecho bien, quizás a lo largo de décadas, pero que sepa corregir, enérgicamente, las áreas disfuncionales y que han fracasado.

En este momento, el equipo de transición debe pensar y dedicarle tiempo al nuevo diseño institucional para la administración 2006-2012. Es claro que actualmente debe haber varias personas elaborando cuadritos y trazando rayitas para darle forma a la nueva administración pública, pero esta tarea debe tomarla personalmente y con gran seriedad el Presidente electo.

En el nuevo diseño de la administración es importante no hacer trajes a la medida de nadie. Deben establecerse criterios que resistan un análisis. Debe pensarse en México y en una administración que sea capaz de construir una visión de largo plazo, y global tal como se prometió con el proyecto 2030.

Pero, sobre todo, Calderón debe tener muy claro que la nueva estructura tendrá que discutirse y aprobarse por el Congreso, y que este será el primer gran debate adelantado que librará su gobierno.

En este tema, Calderón no debe ser ni medroso ni conservador. Necesita mandar una señal muy clara de reforma y debe comprender que, es verdad, hay problemas que son resultado de una realidad desbordante y que otros son producto de la incapacidad y negligencia de funcionarios, pero que muchos otros, quizá los más, son causados por un diseño institucional malo, disfuncional y no actualizado.

Es momento de pensar en las instituciones antes de hacer nombramientos. Hay muchas preguntas que responder: ¿No son muchas Secretarías? ¿No es muy cara la estructura? ¿No hace falta una prelación en el gabinete? ¿Alguien que asuma funciones de coordinación? ¿No debemos pensar en una instancia de articulación de políticas públicas? ¿No hace falta una Secretaría del Interior? ¿Sirve como está y en donde está Seguridad Pública? ¿No valdría la pena crear la Secretaría de Justicia? ¿Sirven para algo las secretarías de Economía y de Reforma Agraria? ¿No hace falta un cambio en Educación? ¿No nos hace falta una secretaría dedicada al comercio exterior? ¿La Secretaría de la Función Pública no debe orientarse a las administraciones públicas?

Es primero la pecera y después los peces

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