Propiedad intelectual: un mal necesario

Derechos Humanos

En la película “La Estación”, la esposa y el discípulo del escritor ruso León Tolstoi se pelean por heredar los derechos de autor del escritor. La esposa considera que ella debería poder lucrar con la obra y que no poder hacerlo, la dejaría “desprotegida”. Mientras tanto, el discípulo considera que no hacer pública y totalmente accesible la obra retrasaría por décadas a la humanidad.
Hoy, al igual que en tiempos de Tolstoi, muchas personas argumentan en contra de la propiedad intelectual. Por ejemplo, hay quienes consideran que los derechos de autor deben acabarse cuando fallece el autor. Se acusa a algunas empresas de retirar patentes del mercado, o incluso de comprarlas con el fin de que no las utilice otra compañía. En el libro “Information Liberation”, Brian Martin comenta que AT&T, por ejemplo, compró patentes desde su creación en 1875, con el fin de tener un monopolio en telefonía. Asimismo, los avances en ciencia y en tecnología abren nuevos debates. Hay personas que no están de acuerdo en que se patenten los descubrimientos genéticos, bajo el argumento de que la información se encontró en la “naturaleza”. También existen muchos que sostienen, con muy buenos argumentos, que es absurdo cobrar por información que debe fluir de manera libre por la red.
Argumentos como los anteriores hay muchos, y seguirán surgiendo nuevos. Sin embargo, antes de que en México los expertos adopten las críticas a la propiedad intelectual, tenemos que, de hecho, establecer un régimen donde ésta se respete. En México, muchos empresarios chicos no entienden el concepto de propiedad intelectual, y las empresas grandes saben que no habrá sanción en caso de que violen las reglas del juego, o bien, que la sanción será insignificante en comparación con los beneficios.
La lucha por la propiedad intelectual en México se tiene que dar en dos pistas: la institucional y la cultural. En la primera, tenemos que evitar el escenario donde alguien inventa algo, le “roban” su idea, la comercializa alguien más; y de aquí a que se resuelven amparos, se paguen abogados y se espere a que resuelvan los tribunales, etc., ya matamos al emprendedor.
Desde la perspectiva cultural, el problema no es menor. Buena parte de la población considera que los pobres merecen recibir más por ser pobres, y que los ricos tienen la “obligación” de ayudar a los pobres. También hay quienes creen que el dinero es la raíz de todos los males, y entonces, porque la propiedad intelectual tiene un fin económico, ésta es automáticamente “mala”.
Muchos de los argumentos vanguardistas en contra de la propiedad intelectual, como los mencionados antes, surgen de abusos en el propio sistema. Por ejemplo, hoy Facebook quiere patentar la palabra “Face”. Pero estos son casos extremos en un sistema como el estadounidense, que sí funciona, y miles de empresas le deben su éxito a un sistema de derechos de propiedad que funciona y da certeza a inventores y empresarios.
En México aún no llegamos ahí. Es decir, necesitamos primero un sistema que proteja la propiedad intelectual de quienes inventan e innovan, y de certidumbre a la inversión, para después poder tener debates sobre lo que funciona, y cómo la regulación se puede adaptar a los cambios tecnológicos y científicos. Como país, necesitamos pasar de las miles de paleterías como La Michoacana, y el Circo Atayde en cada ciudad, y de cientos de tríos llamados Los Panchos, a ser un país que proteja a los futuros inventores, creadores y empresarios. No hacerlo, nos condena a la parálisis y a seguir dependiendo de la producción de bienes y servicios de bajo valor agregado.

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