Rescatando Acapulco

Sociedad Civil

Acapulco es siempre un buen termómetro de los claroscuros que se viven en México. Está el Acapulco de María Félix y Agustín Lara, Frank Sinatra y Elizabeth Taylor, el de la luna de miel de John F. Kennedy, el de las mansiones de artistas y políticos, el de los springbreakers y miles de turistas extranjeros al año, el que es parada obligada de los cruceros, el de millones de mexicanos de clase media que por primera vez van a la playa, el que alberga miles de segundas residencias frente al mar y el que ha dado empleo a cientos de miles de guerrerenses. Pero también está el Acapulco corrupto y pobre, el que ha tenido muchos malos gobiernos, nula planeación y el que hoy es foco de violencia y crimen organizado.
Acapulco ha tocado fondo en el último año. La vida cotidiana ha quedado totalmente trastocada; después de cierta hora nadie circula. Lo mismo con la economía y las empresas. Miles de locales y “changarros” han cerrado por falta de clientela. Pero muchos otros por el miedo y el costo de operar teniendo que pagar “derecho de piso” al crimen organizado. Al respecto, muchos lugareños dicen que pasaron de pagar “cuotas” a funcionarios corruptos que les permitían abrir y operar -aunque siempre con el riesgo de que les cerraran el negocio-, a tener al crimen organizado extorsionándolos y con el riesgo de poner su vida en peligro. Lo curioso es que, según cuentan, una vez que empezaron a ser extorsionados por el crimen organizado, las autoridades locales dejaron de pedir sobornos.
La vida nocturna también se colapsó. La mejor muestra es que los antros se pusieron de acuerdo para tomar turnos en abrir. El turismo nacional en Acapulco es hoy básicamente uno de adultos mayores y niños. Asimismo, los turistas que se quedan en departamentos o casas llegan trayendo consigo todo lo que van a consumir y no salen. Muchos restaurantes han logrado subsistir gracias a sus servicios a domicilio.
La corrupción, la pobreza y la falta de servicios públicos a los locales nunca ha sido una objeción del turista promedio. Nadie jamás dejó de ir allá por que se vendiera piratería, hubiera gallos de pelea y prostitutas en las cárceles o la educación pública fuera deficiente. Pero la violencia causa enormes daños. Revertir la tendencia negativa que hoy tiene el estado es lo que el operativo “Guerrero seguro” tiene como misión revertir.
Además del operativo hay también personas comprometidas con resolver este problema, como lo es la Secretaria de Fomento Turístico, Graciela Báez. En las próximas semanas, por ejemplo, estará la séptima edición del Festival Internacional de Cine; el Acapulco Air Show, donde se verán acrobacias de 30 aviones civiles y militares y Alejandro Fernández en concierto. Estos esfuerzos, sumados a la posibilidad de que se pueda mantener la baja en violencia y homicidios, podría recuperar el turismo que se ha perdido.
Pero, ¿cuál es el problema de esto? El problema es que la solución es temporal porque depende de la presencia de un ejército y 2000 policías federales que eventualmente se irán.
Está bien que hoy se contenga y revierta la violencia, pero Acapulco no dejará de ser un puerto atractivo para pasar cocaína e insumos para la producción de metanfetaminas. Será el cuento de nunca acabar si no se enfoca la solución en  lo que realmente blindará al puerto: estado de derecho, gobiernos responsivos y responsables, crecimiento económico, capital humano y una sociedad civil organizada.

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