¿Se materializará el ahorro?

Salud

La reciente debacle en los mercados financieros internacionales no altera los factores fundamentales del crecimiento economico de largo plazo. Altos niveles de ahorro constituyen un común denominador de la mayoría de los países cuyas economías han crecido con gran rapidez. La población de la mayor parte de los países del sudeste asiático que han logrado elevadas tasas de crecimiento económico es sumamente ahorradora, sea porque no tienen nada que consumir (como China) o porque sus gobiernos reprimen brutalmente el consumo (como Malasia). El ahorro es parte de la cultura de muchas de esas sociedades, lo que no ha impedido que países como Singapur impongan esquemas sumamente onerosos de ahorro forzoso, aunque su economía no crezca mucho más que países como Hong Kong, donde el ahorro voluntario de todas maneras es muy elevado. La tradición en países latinos como el nuestro es casi la opuesta: la población consume tanto como puede. Es por ello que el éxito de Chile en elevar sus niveles de ahorro interno y de crecimiento económico haya resultado tan atractivo para el gobierno mexicano actual. La pregunta es si el éxito de Chile ha sido producto del sistema de pensiones o tiene otro origen.

El sistema chileno de pensiones es muy semejante al que se está instaurando en el país. Al igual que los mexicanos en la actualidad, cada chileno tuvo la opción de elegir a la empresa que administraría los fondos destinados a su pensión, mientras que el gobierno garantizaba que ninguna de las personas quedara atrapada en la transición entre el viejo sistema (administrado por una agencia estatal como el IMSS) y el nuevo sistema de administración privada. Es decir, las personas que ya habían cotizado en el sistema anterior por varios años no perdieron sus derechos adquiridos. Con ello, el ahorro concentrado en el nuevo sistema de pensiones logró resultados verdaderamente prodigiosos. El ahorro interno rápidamente rebasó el 25% del PIB, lo que les ha permitido financiar el crecimiento de su economía, evitando crisis espectaculares como las nuestras. Como una verdadera fantasía, el crecimiento en el ahorro interno resultó una solución milagrosa al problema permanente de la falta de financiamiento.

Sin embargo, estudios recientes por parte de analistas en el Fondo Monetario Internacional (Occasional Paper 139) y en el propio Chile sugieren que los fondos de pensiones no son la causa fundamental del extraordinario crecimiento en el ahorro interno de ese país. Según estos estudios, el ahorro chileno creció por la combinación de dos circunstancias, una efectivamente relacionada a los fondos de pensiones, pero la otra no. Por una parte, los fondos de pensiones se instauraron en forma casi simultánea a la crisis bancaria chilena de 1982, cuando el precio de todos los valores bursátiles, incluyendo los instrumentos financieros gubernamentales, se encontraban sumamente deprimidos. Con la extraordinaria revaluación que experimentaron esos valores en la década subsecuente, los niveles de ahorro se dispararon mucho más allá de lo que hubiera ocurrido en circunstancias normales. Es decir, los fondos de pensiones chilenos crecieron mucho más por las exitosas inversiones que realizaron las empresas administradoras (y su oportunidad) que por el hecho de haberse constituido el sistema de ahorro mismo.

Pero la otra razón por la cual se dispararon los niveles de ahorro en Chile es mucho más interesante. Según estos estudios, el ahorro interno creció mucho más por el éxito empresarial de las empresas pequeñas y medianas que por los fondos de pensiones. Esas empresas comenzaron a descollar en el curso de los ochenta, lo que elevó sus utilidades y su ahorro. Las empresas descollaron porque se eliminaron infinidad de burocratismos y barreras a su funcionamiento, porque se abrió la competencia internacional, porque se mejoró la infraestructura, porque se llevó a cabo una reforma laboral que hizo flexible la contratación y porque se creó un clima de confianza y certidumbre para la inversión privada. Todo eso generó un ambiente propicio al desarrollo de pequeñas industrias y empresas de servicios. Es decir, el exitoso desarrollo empresarial se tradujo en elevados niveles de ahorro interno. No menos importante fue el hecho que se reformó a la institución de seguridad social, con lo que se bajaron drásticamente sus costos y, más importante, la vertiginosa tasa de crecimiento de su gasto.

El éxito de Chile en elevar su ahorro interno se debió, en consecuencia, a diversos factores que estuvieron presentes cuando se crearon el equivalente de las Afores. Estas administradoras de fondos de pensiones fueron un factor clave del proceso, pero ciertamente no el único ni, en volumen, el más importante. No hay duda que la disponibilidad de ahorro forzoso por plazos largos (los años en que una persona trabaja antes de retirarse) constituye un invaluable factor de estabilidad económica. Pero la existencia de esos fondos también ha causado efectos no esperados. Muchos chilenos, por ejemplo, ahora se sienten muy tranquilos de que cuentan con una pensión razonable (y certera), por lo que han disminuido los niveles de ahorro personal que normalmente realizaban. Es decir, ya no encuentran razón para ahorrar tanto en lo personal, por lo que han elevado sus niveles de consumo.

Todo lo anterior no disminuye el extraordinario desempeño del ahorro interno en Chile. Pero sí matiza su importancia en el desarrollo económico. Junto con los planes de pensiones, el gobierno de aquel país manejó una política macroeconómica sumamente conservadora y allanó el camino, en forma decidida y sin titubeos, para que el sector privado pudiese prosperar sin limitaciones. Para eso llevó a cabo infinidad de privatizaciones, eliminó regulaciones y convirtió al gobierno y a su burocracia en promotores, en lugar de obstáculos, al desarrollo. Muy poco de eso se ha hecho en México.

En Chile triunfó no sólo el ahorro, sino el énfasis en el crecimiento. Para nosotros esto implicaría que, en lugar de concentrar las baterías en el tema del ahorro, lo hiciéramos del crecimiento de la economía. En lugar de sólo ver cómo ahorrar más, lo cual ciertamente es necesario, habría que pasar a analizar qué es lo que obstaculiza la inversión e impide el desarrollo empresarial. Esta perspectiva facilitaría alcanzar lo que debería ser el objetivo -el crecimiento del empleo y de los ingresos-, en lugar de seguir enmarañados en los medios, como lo es elevar el ahorro. Esto también favorecería la consolidación y generalización de un consenso en torno a la política económica general, incluyendo al ahorro, que sería la mejor ancla para el desarrollo futuro.

Dadas nuestras complejas circunstancias políticas, si queremos imitar el resultado chileno tenemos que aplicar las fórmulas idóneas y no poner todos los huevos en una sola canasta. Los fondos de pensiones son una gran adición al arsenal del desarrollo, pero serán insuficientes si no vienen acompañados de una rápida liberalización de la economía, de una ampliación severa y decidida de la base de causantes fiscales en la economía informal y de una transformación de la burocracia mexicana, a todos los niveles de gobierno. Quizá todavía más inmediato y urgente sería entrar en una etapa de extraordinario conservadurismo en la administración macroeconómica, todo ello orientado a elevar dramáticamente el ahorro público por medio de reducciones todavía más dramáticas del gasto gubernamental, sin afectar las áreas prioritarias para el desarrollo, como la educación, salud e infraestructura (lo que requeriría reformas profundas) así como a atacar el frente más débil del gobierno, que sigue siendo el de la seguridad y certidumbre.

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Luis Rubio

Luis Rubio

Luis Rubio es Presidente de CIDAC. Rubio es un prolífico comentarista sobre temas internacionales y de economía y política, escribe una columna semanal en Reforma y es frecuente editorialista en The Washington Post, The Wall Street Journal y The Los Angeles Times.