Existen muchas razones por las cuales un sector económico puede ser considerado como estratégico. Por ejemplo, el de telecomunicaciones lo es porque de este dependen la comunicación entre personas y empresas; el agrícola por el efecto que el precio de los alimentos tiene sobre las familias; o el energético porque de aquí surgen insumos para casi todas las industrias y es crucial para las finanzas públicas.
Sin embargo, cuando de elegir sus vocaciones productivas se trata, en México es muy común que los estados elijan a aquellos que han sido exitosos en otros países o estados, aún cuando no tengan una trayectoria en esa industria o también eligen como sectores estratégicos a aquellos que emplean al mayor número de personas. ¿Cuál es el problema con estas dos visiones? Veamos.
En el primer caso, tenemos muchos estados con sectores estratégicos poco viables. Inspirados en el éxito que otros países han tenido en industrias como la del software, la biotecnología o la nanotecnología, han querido llevar a sus estados a estas áreas sin considerar factores como: geografía, falta de ingenieros, distancia de posibles clientes o todo el trabajo previo que hace posible impulsar estas industrias. Asimismo, eligen sectores que han sido exitosos en otros estados (cómo la aeronáutica en Querétaro) pero que, por el mismo caso de éxito en otro estado, sería difícil atraer inversión.
En el segundo caso, si un sector es estratégico por el número de personas que trabajan en él, pero el sector ha perdido capacidad de ser productivo y competir, más que sector estratégico es un foco rojo. Por ejemplo, muchos consideran que la industria del calzado en León es “estratégica” porque emplea al 27% del personal ocupado en el sector manufacturero. Sin embargo, no necesariamente queda claro que en el tiempo esta se haya vuelto más competitiva. De hecho, lo que vemos es un sector que crece en número de personas contratadas pero no en productividad.
Oaxaca por ejemplo tienen un caso complejo en el tema del turismo. En él trabaja el 13 por ciento de las personas ocupadas del estado, pero estas producen solamente el 2.6 por ciento del PIB.
Un caso interesante es el de los textiles en la Ciudad de Puebla. Este sector empleaba a muchas personas, pero con el tiempo perdió competitividad. Recientemente dio un giro: la productividad aumentó entre 2004-2009 porque, a pesar de que hay más empresas, el personal ocupado en esta actividad disminuyó en 20%. Hoy las empresas que sobreviven están en mejores condiciones de competir y cada nueva empresa se tiene que adaptar a un estándar más alto.
Cuando un sector emplea a muchas personas y este sector no se vuelve más productivo existen dos posibles preguntas. Cómo le hacemos para protegerlo o cómo le hacemos para que las personas puedan migrar a otras industrias que generen un mayor valor agregado. En México generalmente nos sentimos más cómodos con la primera que, si bien puede sonar atractiva y políticamente rentable, tiene enormes costos para los consumidores y a larga contribuye a la creación de empresas con poca capacidad de competir.
Por último, es importante remarcar que, muchas veces, las soluciones son mucho más sencillas que hablar de nanotecnología. Basta tan solo ver qué servicios importa Estados Unidos, cuyo mercado representa el 10% de la importaciones mundiales y ver qué tiene sentido ofrecer. Después de todo, hoy solamente el 6% de lo que México exporta son servicios.
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