Sepomex está en el peor de dos mundos: perdiendo clientes a costa de nuevas tecnologías de la información y sin la credibilidad o capacidad para ser un jugador confiable e innovador.
Imaginemos un México donde pudiéramos utilizar el Servicio Postal Mexicano (Sepomex) para mandar cheques, invitaciones, documentos importantes y hasta regresar la película que rentamos. Un México donde pudiéramos recibir a través del correo, y en buen estado, artículos adquiridos vía Internet, regalos de familiares y tarjetas de crédito. Un México donde nuestro sistema de correos, además de ser uno de los más antiguos de América Latina, fuera pieza clave del desarrollo de México en la era de la información.
Hoy Sepomex se encuentra en una situación compleja: ha perdido terreno en envíos pequeños y tampoco ha podido competir en el segmento de productos de alto valor; atiende el correo en zonas geográficas donde es más costoso operar y ha perdido a los clientes en las ciudades donde puede haber mayores utilidades; y finalmente, porque los mexicanos hemos creado y encontrado alternativas (muchas de ellas informales e ilegales), no existen los incentivos políticos para modificar el status quo. Veamos.
La creciente importancia del teléfono, el fax y el Internet nos ha llevado a especular sobre la posible desaparición del correo. Pero, si bien el correo ha perdido mucha importancia a costa de estas nuevas tecnologías, también es cierto que es un complemento de las tecnologías de la información y puede ser pieza clave en nuevos modelos de negocio. Basta navegar por la página de Internet de Mercado Libre para vislumbrar el intercambio de productos que la era digital ha creado entre personas que no se conocen. Otro ejemplo es el caso de Netflix, empresa que opera en Estados Unidos, donde uno renta películas y las regresa vía correo. Por último, existe en India el programa ePost, mediante el cual uno puede mandar un correo electrónico a la oficina de correos para que éste sea impreso y llevado hasta el recipiente que carece de acceso a Internet.
Mientras que las posibilidades para que el correo impulse el desarrollo del País en la era de la información son infinitas, Sepomex ha entorpecido muchos negocios y, en particular, el crecimiento del comercio electrónico. Aunque es difícil cuantificar los daños, no cabe duda que la falta de un sistema de correos confiable ha representado un alto costo para las empresas y para la sociedad.
Desde la perspectiva de las nuevas tecnologías y los cambios que éstas han traído consigo, Sepomex está en el peor de dos mundos: perdiendo clientes a costa de nuevas tecnologías de la información y sin la credibilidad o capacidad para ser un jugador confiable e innovador en el intercambio de bienes e información que esta nueva era exige.
El esquema del correo en México, donde Sepomex tiene un monopolio sobre determinado tipo de envíos, es común en otros países. La razón es muy sencilla: si se deja el correo en manos del mercado se corre el riesgo de que la correspondencia únicamente llegue a áreas donde sea rentable ofrecer dicho servicio. Nadie podría obligar a una empresa privada a llevar correspondencia a un pueblo en un lugar remoto, mal comunicado y/o con pocos habitantes. De ser completamente privado el servicio, un gran porcentaje de la población mexicana estaría en riesgo de quedar incomunicada.
Pero, aún cuando es fácil entender la importancia de un sistema de correos público, eficiente y con cobertura nacional, es injustificable la situación lastimosa en que se encuentra hoy Sepomex.
La Constitución otorga al Servicio Postal Mexicano un monopolio sobre paquetes que, entre otras características, pesan menos de un kilogramo. Sin embargo, aquí la ley no se ha aplicado y hoy el propio Sepomex estima que compite contra 4 mil empresas de mensajería, muchas de las cuales hacen caso omiso de la ley al enviar todo tipo de sobres y paquetes y, además, muchas de ellas no pagan impuestos.
Las empresas de mensajería han capturado la mejor parte del negocio: ofrecen su servicio cuando los costos son lo suficientemente bajos para generar utilidades, y cuando el envío es muy costoso, optan por no ofrecerlo o lo hacen vía Sepomex. En un sector donde las economías de escala son cruciales, nuestro servicio postal ha perdido a los mejores clientes -los urbanos- y se ha quedado con una clientela dispersa, reducida y costosa de atender.
En el peor de los dos mundos: Sepomex tiene que lidiar con una fuerza laboral sindicalizada, poco flexible y con una distribución ineficiente del trabajo; tiene la obligación de atender gratuitamente al Poder Judicial y a los partidos políticos; y tiene que atender estas responsabilidades con una infraestructura obsoleta. Y el colmo: ni siquiera goza de los beneficios de tener un monopolio sobre determinados envíos, porque la ley es ignorada.
Aunque sea muy costosa la ineficiencia de nuestro servicio postal, el hecho de que los mexicanos hayamos encontrado vías alternas a Sepomex reduce los incentivos de los políticos a reformar el sistema de correos. El tema postal no es un asunto sexy y cualquier solución, desde ejercer la ley hasta modernizar las instalaciones, requeriría una fuerte inversión de recursos. Una vez más, en el peor de los dos mundos: Sepomex necesita una reestructuración urgente pero parece que a nadie le urge llevarla a cabo.
La reproducción total de este contenido no está permitida sin autorización previa de CIDAC. Para su reproducción parcial se requiere agregar el link a la publicación en cidac.org. Todas las imágenes, gráficos y videos pueden retomarse con el crédito correspondiente, sin modificaciones y con un link a la publicación original en cidac.org