Una década complicada

Educación

Para RAS, por ti, para ti, para siempre…

Hoy día, mi hijo mayor cumple diez años de edad. ¡Felicidades, Roberto Andrés!

El día que nació, constituimos un fondo de inversión, debidamente diversificado, con un objetivo de crecimiento, pero con perfil conservador. La idea es que en otros diez años, para 2016, Roberto Andrés disponga de un capital suficiente para financiar la mayor parte de su educación superior.

Esa era la idea. La realidad, en este lapso de una década, ha sido muy diferente—de hecho, ha sido uno de los episodios económicos de mayor turbulencia, y mayor enseñanza también, en los turbulentos mares de las finanzas modernas. En 1996-1997, empezamos a ver las consecuencias del costo del rescate bancario en el país, rescate derivado de la crisis económica que se desató en 1995. En 1998, vivimos las crisis asiáticas, y la moratoria rusa, junto con el desplome del fondo Long Term Capital Management.

Posteriormente, la moneda brasileña sufrió un desplome, y un par de años después le seguiría el peso argentino, seguido del famoso “corralito,” la expropiación de activos más salvaje en nuestra época moderna. En este lapso, también se dio el ajuste más severo en el mercado accionario en la historia del ser humano, detonado por la brutal caída en el valor de las emisoras en el índice Nasdaq. Vaya, la paridad peso-dólar, en junio de 1996, estaba cercana a la cifra de seis por dólar. Hoy, se ubica cercana a doce por dólar.

En el momento actual, en un abrir y cerrar de ojos, estamos viviendo nuevamente un ajuste en el mercado financiero. De hecho, es un crac generalizado. El valor del mercado accionario mexicano ha perdido una cuarta parte de su valor en tan sólo poco más de un mes. Otros mercados bursátiles en regiones emergentes han vivido una pena similar, en algunos casos, hasta de mayor pérdida que la nuestra.

Esta es una demostración adicional del poder y del avance radical en los sistemas de comunicación financiera. Los capitales de hoy desconocen tiempo, fronteras, distancia, nacionalidad. No discriminan. Van y vienen, en masa, en cuestión de milisegundos. La ganancias de cinco años se pueden esfumar en cosa de días. Como siempre, la pregunta que nos hacemos los mortales, hasta los niños de diez años, es: ¿porqué?

Esta ocasión representa nuevas interrogantes, nuevos enigmas. En nuestro caso, no existen los factores tradicionales que detonan un ajuste de tal magnitud. La inflación en la región de mercados emergentes se encuentra en niveles bajos, a la vez que los gobiernos de esos mismos países disfrutan de solvencia probada. El comportamiento fiscal, con todo y todo, es superior a los hábitos fiscales de hace una década. En las palabras del semanario The Economist, la reciente turbulencia bursátil no es indicador de desempeño interno, sino más bien reflejo del peso de grandes cantidades de recursos que van y vienen, en un instante, y que por sí solos, representan un peligro para el bienestar de los ciudadanos.

En estos diez años, hemos aprendido una cosa sobre las crisis financieras: no hay fórmula mágica para evitarlas. Es, literalmente, un arte equivalente a navegar un barco en mareas profundas, donde puede haber fuentes importantes de riqueza, pero donde si se da un error, se puede naufragar ante un cambio en el medio, ante huracanas o tormentas que no estaban previstas. En las palabras de Jean Claude Trichet, lograr la estabilidad financiera en una economía global “es un arte, no una ciencia.”

Sin duda, un arte complicado—tan sólo por observar el desempeño del pequeño fondo de mi hijo, que apenas ha salido “tablas” en este lapso, fiel espejo de lo que es vivir en el mar global de volatilidad financiera.

e-mail: roberto@salinasleon.com

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