El incidente en el que la gerencia del Hotel María Isabel Sheraton de la Ciudad de México expulsó a ciudadanos cubanos, por indicaciones de sus directivos y en cumplimiento, según argumentaron, de disposiciones del Departamento del Tesoro norteamericano, tuvo efectos internacionales y nacionales. En lo internacional, significó un episodio más en el deterioro progresivo en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y nuestro país. En lo interno, volvió a mostrar a un gabinete desarticulado y la inagotable impericia de nuestra cancillería. Por otra parte, en lo electoral, la tensión en las relaciones con el vecino del norte abona a la agenda nacionalista y antiyanqui que encarna AMLO.
Tras los hechos, la primera reacción de la Cancillería fue tratar de trivializar el asunto, señalando que no tenía implicaciones internacionales sino de relación entre los particulares que debería ventilarse ante la Profeco. En un clima de relaciones óptimas el caso se pudo haber manejado de mejor forma; pero dada la serie de acontecimientos que han tensado al máximo las relaciones bilaterales, este incidente no podía ser minimizado.
Cuando se vio que la postura no satisfizo ni a propios ni a extraños, el Secretario de Gobernación señaló que no era un asunto entre particulares, pero que tampoco implicaba un ataque a la soberanía nacional. Se han anunciado sanciones por conducta discriminatoria y violaciones a normatividad de turismo y en materia de derechos del consumidor, así como a las disposiciones de establecimientos comerciales de la ciudad. Es decir, en lo legal se ha limitado el asunto a consecuencias a nivel de inspectores.
Sin embargo, en lo político, el episodio se ha complicado, toda vez que las autoridades norteamericanas y algunos analistas han llamado la atención sobre el hecho de que se trató del cumplimiento de disposiciones norteamericanas (las normas referentes al boicot comercial que Estados Unidos mantiene contra la isla) por parte de la trasnacional, lo que implicaría un acto de aplicación extraterritorial de una normatividad extranjera. Ya las declaraciones del secretario Derbez el pasado miércoles iban en este sentido (que en México sólo se aplican las leyes mexicanas). Este argumento ha polarizado a la opinión pública.
Esta polarización favorece notablemente el discurso “antiyanqui”, que en tiempos electorales se puede identificar con el PRD. Ya algunos analistas se han apresurado a señalar la falta de energía del gobierno y su actitud “entreguista” y de docilidad ante los norteamericanos.
La política exterior de México está en ruinas. No hay brújula. La administración Fox ha tenido la sorprendente habilidad para distanciar a México tanto de Estados Unidos, como de algunos de los enemigos de Estados Unidos (como Cuba y Venezuela). Sólo faltaría firmar convenios de concordia y transferencia de tecnología con Irán y Corea del Norte. Se volcó la atención sobre los norteamericanos y se descuidaron las relaciones con otras naciones, particularmente las latinoamericanas, se fracasó en lo primero y a la vez quedamos aislados del mundo.
Las relaciones con Estados Unidos han venido deteriorándose al grado de tener que salir las autoridades de las fuerzas armadas a desmentir que se hayan dado invasiones en territorio norteamericano. Al inicio de la administración, la relación bilateral se mostraba auspiciosa. El 7 de septiembre de 2001, Vicente Fox era recibido por los congresistas norteamericanos y el mensaje del presidente mexicano vaticinaba concordia y prosperidad para la relación. Cuatro días después el panorama mundial cambió. México fue acumulando una serie de desatinos e improvisaciones que derivaron en el descrédito bilateral y regional.
Las relaciones con el embajador norteamericano han oscilado entre intentonas de conciliación y los aspavientos diplomáticos sin estrategia. Un exembajador norteamericano en México, John D. Negroponte, hoy encargado de los servicios de inteligencia norteamericanos, dijo ante su Congreso que el gobierno mexicano es débil y que las elecciones mexicanas serán de la mayor importancia para los Estados Unidos. Además declaró: “Típicamente, los traficantes de drogas -y otros criminales organizados- no buscan derrocar a los gobiernos, pero sí crecer bajo gobiernos débiles, vulnerables o susceptibles a la corrupción”. La agresión impune al periódico “El Mañana” de Nuevo Laredo, esta semana, es una buena muestra de esta debilidad institucional.
Algunos analistas no descartan que el incidente del Sheraton haya sido orquestado por autoridades cubanas para poner en aprietos al gobierno local y favorecer a la izquierda en tiempos electorales. Los empresarios norteamericanos y cubanos involucrados en el episodio del Sheraton ya habían celebrado sin problema reuniones de naturaleza comercial en una cadena de hoteles norteamericana en Cancún; pero de pronto se propuso reunirse, esta ocasión a unos pasos de la embajada norteamericana, en el hotel Sheraton (donde ya se habían registrado incidentes de este tipo). De ser así, las maniobras del gobierno de la isla volvieron a tener éxito.
Lo cierto es que uno de los principales desafíos del próximo gobierno será reconstruir las relaciones de México con el mundo.
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