Universidades privadas e innovación

Educación

Mientras llevamos años esperando las reformas en materia educativa que nos permitan despegar como País, cada vez más mexicanos -jóvenes estudiantes y padres de familia que pagan colegiaturas- entienden que solamente el conocimiento, junto con herramientas sólidas y prácticas, les permitirán tener éxito en el mercado laboral. No en balde la educación privada es hoy uno de los negocios con mejores proyecciones hacia el futuro.

Hace 25 años, sólo el 13 por ciento de los estudiantes de educación superior en México asistían a una institución privada. Hoy, supera el 30 por ciento, como lo muestra la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior en México. Ante la saturación -y, en algunos casos, decrepitud- del sistema público de educación superior, las instituciones privadas se han convertido en una alternativa importante. Sin embargo, el sector privado dista de ser sinónimo de calidad. Habiendo cientos de universidades privadas en México, sólo unas cuantas destacan en calidad.

El tema de la calidad en la educación superior es bastante complejo, principalmente porque el problema se remonta a las etapas educativas pre-universitarias. La mayoría de los jóvenes sale de bachillerato con barreras en su capacidad para razonar, abstraer y resolver problemas. Con frecuencia, los futuros universitarios no entienden lo que leen, se comunican de manera deficiente y carecen de razonamiento matemático. Basta ver los últimos lugares que sistemáticamente ocupa México en las evaluaciones del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, para deprimirse.

La mala calidad de los estudiantes no es una excusa para la mala calidad en la educación superior, pero sí es un indicativo de los retos que tienen dichas instituciones. De hecho, las universidades privadas se enfrentan al dilema de aumentar la matrícula a costa de reducir la calidad, o admitir tan sólo a aquellos estudiantes que están bien preparados.

Ante semejante panorama, las instituciones de educación superior se empiezan a dividir en dos: las que buscan innovar constantemente para cumplir con sus metas, y las que, aunque siguen teniendo un negocio rentable, poco hacen por el desarrollo profesional de sus clientes. Mientras que el mundo y lo que se requiere para tener éxito profesional han cambiado radicalmente en las últimas décadas, la mayoría de las universidades en México sigue utilizando los métodos de hace 20 o 30 años. El sistema de cátedra, por ejemplo, predomina, aunque sea uno de los métodos donde existe una menor retención de conocimientos por parte de los alumnos.

En las últimas décadas hemos visto modelos de negocio exitosos, como el Unitec y la Universidad del Valle de México (UVM). Hoy, sin embargo, el reto está en captar al mercado de aquellos que no pueden pagar colegiaturas del Unitec o de la UVM y que, por una u otra razón, tampoco tienen acceso a la educación pública. Grupo Laureate, dueño de la UVM, vio esta oportunidad y decidió aventurarse.

Laureate acaba de abrir el primer campus de su Universidad Pro Desarrollo (UPRO), un buen ejemplo de cómo, únicamente a través de la innovación y cambio en los paradigmas, se puede llevar un servicio de calidad a un segmento de la población que carece de buenas oportunidades educativas. Se está adaptando un sistema universitario de calidad a personas cuyas capacidades para pagar son limitadas.

Varias cosas llaman la atención de UPRO. La primera es la manera en que la empresa reduce gastos. La colegiatura en UPRO es la mitad de lo que se paga en la UVM. Esto se logró recortando gastos en todas las instalaciones que no tienen un vínculo directo con las actividades académicas. Así, por ejemplo, la institución no cuenta con estacionamiento, áreas deportivas o cafetería; el presupuesto de publicidad es estrecho y ésta última se lleva a cabo de manera muy focalizada. Los estudiantes pueden ingresar a UPRO cada dos meses, y si bien en un principio el uso de las intalaciones es intensivo, hacia finales de la licenciatura los estudiantes llevan a cabo gran parte de su trabajo escolar “en línea”, permitiéndole a la universidad tener un mayor número de alumnos de nuevo ingreso en sus instalaciones.

El segundo aspecto tiene que ver con el contenido. Basta con navegar en la página de Internet de UPRO para encontrar términos que corresponden a un modelo educativo diferente: gira completamente en torno al rol activo del estudiante, buscándose, como meta última, que los egresados puedan llevar consigo competencias muy específicas y claras al ingresar al mercado laboral.

¿Por qué las carreras técnicas en México no han tenido éxito? La respuesta radica en que el índice de desempleo entre los egresados de las escuelas técnicas es alto y la mayoría de estos estudiantes están ahí porque no tuvieron acceso a otras opciones. El valor económico de dichos programas no queda, así pues, muy claro. No es casualidad que sean contadas las instituciones privadas que ofrecen carreras técnicas. De hecho, el 96 por ciento de los estudiantes cursando carreras técnicas en México lo hace en planteles de instituciones públicas. Grupos empresariales como Laureate han entendido que, si bien el título de “Licenciado” ha dejado de ser exclusivo, sigue teniendo un peso simbólico y relevante en la sociedad y en la inversión que los estudiantes -o sus padres- están dispuestos a hacer.

Ya sea privada o pública, la inversión en educación tarda años en rendir frutos. Mientras que sus primeras generaciones de estudiantes no sean recibidas favorablemente por el mercado laboral, UPRO no tendrá nada asegurado. Sin embargo, no deben perderse de vista aquellos actores que están creando y arriesgándose con nuevas propuestas en materia educativa. Esperamos pronto aprender de sus éxitos.

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