Universidades y empresas

Competencia y Regulación

Aunque poco se hable de ello, la educación superior está en crisis. Mientras que el gobierno y las familias en México invierten cientos de miles de pesos en la educación universitaria de los jóvenes, las empresas tienen vacantes que no pueden llenar porque los egresados no cuentan con las habilidades necesarias.

La Encuesta de Profesionistas CIDAC 2014, que será dada a conocer la próxima semana, encuentra que el 26 por ciento de las empresas tienen plazas que no son cubiertas debido a la ausencia de candidatos con la preparación necesaria. La mayoría de los encuestados incluso reporta que los egresados están saliendo con deficiencias tan básicas como comunicación escrita y oral tanto en español como en inglés.

La pregunta aquí es cuál es el rol de las universidades ante las necesidades en capital humano de las empresas. Y las visiones de ese rol son dos. La primera es que su función es proveer a los jóvenes con habilidades técnicas o “duras” –que los jóvenes sepan hacer cosas–, mientras que la segunda es que lo más importante son las habilidades “suaves” o de socialización –liderazgo, trabajo en equipo, negociación, etc. La realidad es que en México ambas son igualmente importantes y escasas.

La tarea de las universidades es, por lo tanto, doble y enorme. En cuanto a la impartición de habilidades técnicas, ésta comúnmente se ve afectada por rezagos en etapas previas del sistema educativo. Y en cuanto a habilidades sociales o “suaves”, las universidades se enfrentan a las limitaciones del modelo de enseñanza tradicional, rígido, basado tanto en grupos grandes a los que se les enseña uniformemente como en exámenes estandarizados. Este modelo, si bien no carece de virtudes, tiende a relegar la enseñanza de habilidades suaves a las actividades extracurriculares, si acaso.

En conexión con lo anterior, la Encuesta incluye hallazgos sorprendentes. Por ejemplo, a las empresas les importan cada vez más las habilidades suaves por encima de las técnicas. La razón es que, dado que ya saben que tendrán que invertir mucho en capacitar en lo técnico a los jóvenes que contraten, prefieren filtrar candidatos con base en cualidades como actitud, imagen y desempeño en la entrevista, factores que tienden a perjudicar particularmente a estudiantes y egresados de universidades públicas, quizás muy competentes en lo técnico pero a menudo menos sofisticados en su trato.

Esta divergencia entre oferta y demanda no es tema menor, pues se trata de la competitividad de buena parte de la mano de obra de las empresas y, por otro lado, involucra a los jóvenes, un sector crucial. Pero, ¿por dónde empezamos? Por principio, por practicar una vinculación mucho más agresiva entre empresas y universidades, no limitada meramente a que las empresas anuncien sus vacantes en la “bolsa de trabajo” de las escuelas, sino que sean proactivas en la organización de prácticas, desarrollo de materiales de enseñanza, equipamiento de laboratorios y actualización constante de planes de estudio. Nada menos que un cambio radical en la forma en que las empresas y universidades trabajan hoy.

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