Uruguay

Corrupción

A finales del año pasado, la revista The Economist nombró “país del año” a Uruguay. Su criterio fue escoger un país que hubiera llevado a cabo una reforma de vanguardia que no solo los ayudara a ellos, sino que, de ser emulada, tuviera la capacidad de beneficiar a todo el mundo. La reforma que llevó a Uruguay a ganar este reconocimiento fue la legalización de la marihuana.

Pero si bien este es el tema sexy del momento, vale la pena aprender más del liderazgo del presidente uruguayo, José Mujica. A continuación menciono algunos de los puntos que más me han llamado la atención y que aplican tanto para el sector público como para el sector privado.

En una entrevista en TVE, Mujica destaca la relación entre ser sobrio, tener libertad y tener tiempo. Siempre es atractivo un líder austero que viaja en turista, maneja un Volkswagen sedan, dona gran parte de su salario y vive en su casa de siempre. Pero, cuando se le preguntó por qué no vivía en la casa presidencial, Mujica contestó que es sobrio para tener libertad, pero para tener libertad hay que tener tiempo. Así, o se preocupa por los asuntos de la “casa grande” o hace lo que le gusta. Esto nos lleva a reflexionar sobre cuánto tiempo pasamos enfocados en temas que no tienen que ver con nuestras metas. En el gobierno, todos hemos sido testigos de cómo la burocracia y a veces incluso la frivolidad, distraen a los funcionarios del camino más corto para alcanzar los objetivos del país.

Otro de los mensajes de la entrevista se relaciona con la popularidad o la impopularidad presidencial, tema que le quita el sueño a más de un líder. Cuando Mujica mandó su propuesta para legalizar la marihuana, a muchas personas que votaron por él no les pareció. Sin embargo, él dice que la popularidad le importa poco. Además, a diferencia de muchos políticos que se aferran a sus propuestas y las defienden a capa y espada antes siquiera de ver los resultados, Mujica se muestra mucho más desapegado de sus decisiones y se da el lujo de no aferrarse a la legalización como si ésta fuera la panacea. Después de escucharlo me pregunté, ¿cuántos recursos se invierten diario en el mundo en ganar simpatías con la única finalidad de ser popular, como lo acabamos de ver con la publicidad del gobernador de Chiapas?

Por último, otro punto fundamental es el énfasis que el Presidente Mujica le da a la confianza. En repetidas ocasiones ha comentado que Uruguay es un país pequeño y que, como no pueden competir en ofrecer ganancias (dado lo pequeño del mercado), se han enfocado en “jugar la carta de la seriedad” a través de ofrecer certidumbre. Certidumbre, por ejemplo, de que cualquier partido que gane se hará cargo de los compromisos adquiridos por administraciones previas. De hecho, en 2014 casi la mitad de la población mundial vivirá un proceso electoral en su país. Otra cosa sería si todos los partidos redujeran, a través de una mayor certidumbre, los costos de una transición de gobierno.

Uruguay es un país muy particular, por lo que cualquier comparación con México resultaría odiosa. En la región, es de los países que mejor evaluados sale en variables como corrupción y desigualdad, y la legitimidad del liderazgo de Mujica es difícil de equiparar. Sin embargo, cuando las aguas están muy revueltas, uno de los ejercicios que más claridad puede ofrecer es contestar las preguntas básicas: ¿Hacia dónde queremos ir? ¿Cómo lo queremos lograr? ¿Qué nos estorba? ¿Cuáles son las responsabilidades básicas de un gobierno? ¿Cómo queremos que sea la presidencia o cualquier puesto directivo? Y, ¿qué podemos ofrecer al mundo en un contexto global?

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