México y Estados Unidos están divididos por un muro. No es una pared de ladrillo y cemento. Es un muro edificado con prejuicios mutuos y cimentado en los malentendidos de la historia. La encuesta CIDAC-ZOGBY busca abrir un hueco en esa muralla intangible, para analizar las percepciones mutuas entre los habitantes de las naciones vecinas. La primera impresión de la encuesta demuestra que los mexicanos no queremos o no podemos reconocer el papel que tiene EU en nuestro destino económico.
Afirmar que EU es nuestro principal socio comercial es un eufemismo. En promedio, 87 centavos de cada peso de nuestras exportaciones se van al mercado estadounidense. Las estadísticas sobre comercio global indican que es casi imposible encontrar otro país que tenga tan concentradas sus exportaciones en un sólo mercado. Canadá con EUA y Albania con la Unión Europea son los únicos países que tienen una concentración semejante de sus exportaciones. Para darle una proporción a nuestra dependencia económica, baste decir que el intercambio comercial con el estado de Texas, es superior a las exportaciones e importaciones que tenemos con todos los países de Asia, Europa y América Latina juntos. A pesar del tamaño de nuestra relación comercial, según la encuesta de CIDAC-Zogby ¡un 45% de nuestros compatriotas opina que la relación con EUA es poco o medianamente importante! Sólo uno de cada cuatro mexicanos opinó que la relación bilateral es extremadamente importante.
¿Desdeñamos el peso de la relación con EUA como un desplante de dignidad nacional? ¿Preferimos cerrar los ojos antes que enfrentar las asimetrías monumentales entre las dos economías? Desgraciadamente, las respuestas a estas preguntas corresponden más a los territorios clínicos del Doctor Freud que al análisis político.
Si observamos un mapa geopolítico del planeta Tierra es casi imposible encontrar dos naciones que compartan una frontera terrestre y a la vez estén separadas por una brecha económica tan profunda. De acuerdo a los datos en el Informe de Desarrollo Humano del Banco Mundial (2005) no existen en el mundo dos países vecinos cuyas poblaciones tengan semejante disparidad en su poder adquisitivo como México y EUA. Ni Finlandia y Rusia en Europa, ni Israel y Siria en Medio Oriente, ni Malasia y Singapur en el continente asiático tienen un margen de desigualdad económica tan profundo como el que divide al Río Bravo.
Tenemos la frontera más asimétrica y la relación comercial más dependiente de la economía mundial. Una muestra evidente de este desequilibrio es la disparidad salarial entre ambos países. El salario mínimo en el estado de California es de 6.75 dólares la hora, mientras que en el Distrito Federal es de 48 pesos al día. Con un tipo de cambio de 11 pesos por dólar, un trabajador mexicano en Los ángeles gana en 40 minutos la misma cantidad que ganaría aquí en 8 horas. En tres días de trabajo allá, obtiene el salario de un mes acá. Mientras exista esta disparidad de ingresos, el éxodo de trabajadores será inevitable. La encuesta CIDAC-Zogby sostiene que un 45% de los mexicanos considera que su vida mejoraría si emigra ilegalmente a EUA.
De acuerdo a dicho estudio de opinión, 67% de los estadounidenses consideran que los trabajadores migratorios tienen un efecto benéfico sobre la economía estadounidense. Una mayoría de los encuestados en EUA se opone a la construcción del muro (69%), pero la migración es un tema que preocupa a los norteamericanos. Un 61% vería con buenos ojos que su representante ante el Congreso promueva normas migratorias más severas.
La brecha en el entendimiento sobre la cuestión migratoria, comienza desde el uso del leguaje. Nosotros preferimos decir que nuestros paisanos cruzan la frontera “sin papeles,” mientras que ellos los definen como ilegales. Los principales enemigos de los trabajadores mexicanos en el Congreso de EUA, no se manifiestan contra la idea de la migración en sí misma, sino contra el concepto de “ilegalidad”. En México estamos mucho más acostumbrados a coexistir con el “universo de la ilegalidad”. El dinamismo de la economía informal, la evasión cotidiana de obligaciones tributarias y hasta el desdén por la normas de tránsito forman parte de nuestros hábitos colectivos. La percepción que tenemos los mexicanos sobre el concepto de “ilegalidad” es muy distinto al que tienen nuestros vecinos.
Los legisladores de EUA a favor de la migración tienen el reto de legalizar una situación de facto: millones de mexicanos viven y trabajan en EUA al margen de las normas establecidas. La eventual reforma migratoria en Washington busca adaptar el orden jurídico a las fuerzas del mercado laboral norteamericano. Nosotros tenemos una sobreoferta de mano de obra y ellos tienen problemas para cubrir las vacantes de empleo. Las leyes migratorias vigentes distorsionan el comportamiento de la ley de la oferta y la demanda laboral.
La vecindad entre ambos países abre amplias oportunidades de cooperación. Sin embargo, la definición misma de la palabra cooperación implica el intercambio de esfuerzos entre las partes interesadas. ¿Qué tan dispuestos estamos los mexicanos a ceder y transformarnos para aprovechar mejor la cercanía con EUA? Muy poco, según nos dice CIDAC-Zogby.
La encuesta planteó una negociación hipotética donde México ofrecería mayor flexibilidad para la inversión estadounidense en hidrocarburos a cambio de un paquete de ayuda financiera y mejores condiciones para los migrantes mexicanos. Dos terceras partes de nuestros compatriotas rechazaron la posibilidad de ambos intercambios. La señal es que los mexicanos queremos obtener trato preferencial de EUA, pero sin dar ninguna concesión. Nuestro entendimiento de la relación bilateral es exigirle al vecino, sin ofrecer nada a cambio.
El desarrollo de México depende de la interacción económica con nuestro vecino. El muro de prejuicios que tenemos arraigado en el imaginario colectivo nos impide ver las enormes ventajas de una mayor integración económica con EUA. Según el estudio Cidac-Zogby, ellos muestran mayor voluntad a la cooperación que nosotros. El reto que tenemos enfrente los mexicanos es derrumbar el muro mental que preserva la distancia con nuestro vecino. Esa misma pared, nos mantiene alejados de la prosperidad.
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