En México consumimos en promedio más de 200 botellas de agua al año. Somos el tercer país en consumo de agua embotellada en el mundo y la tendencia va al alza.
El agua embotellada es un negocio muy antiguo. En el siglo dieciocho muchos balnearios como Bath, en Inglaterra, comenzaron a vender su propia agua en botellas. En 1863, Napoleón III le dio al alcalde Alfonso Granier permiso para embotellar y vender el agua de un manantial. Para llevar a cabo el proyecto contrataron a Louis Perrier quien, posteriormente, compró el manantial y comenzó su propio negocio. En pocos años se pasó de tener un bien público a un bien privado.
Hoy en día, tomar agua embotellada es tan común como tomar un refresco. Si bien a veces el agua corriente no es potable y el agua embotellada resuelve ese problema, uno de los puntos que más han impulsado a esta industria es la percepción de que el agua embotellada siempre es más segura. Esta idea persiste desde la década de los ochentas cuando una serie de sucesos y campañas del gobierno nos llevaron a tomar ciertas precauciones, como hervir el agua.
Además, la industria se sigue fortaleciendo porque existen consumidores a los que, simplemente, les gusta comprar agua embotellada. Estados Unidos, por ejemplo, es de los países que han sido más exitosos en proveer agua potable a todos. En cualquier lugar de ese país, el agua corriente es potable. Sin embargo, a pesar de eso, es de los países que presentan un mayor consumo de agua embotellada.
Cuando el agua corriente es también potable pero el agua embotellada puede costar hasta 2 mil veces más ¿qué es entonces lo que se está vendiendo? Algunas veces lo que las empresas ofrecen es poder comprar agua en lugares donde no la podemos llevar con nosotros. Como puede ser un cine, un teatro o en la carretera. En otras ocasiones, lo que las personas están comprando es una idea, un concepto, o una imagen. Por ejemplo, algunas marcas han relacionado adelgazar con tomar su agua. Bonafont, por ejemplo, tiene una campaña dirigida a mujeres cuyo objetivo es asociar el tomar agua con bajar de peso y ser “ligera”. Gerber, por su parte, ha vinculado agua embotellada con salud o seguridad para el bebé.
El placer por comprar agua solamente se va a incrementar en la medida en la que existan más personas con altos niveles de ingreso. La razón es que, para estos consumidores, el precio del agua embotellada representa una proporción insignificante de su ingreso. En cadenas de autoservicio que están dirigidas a un nicho de consumidores que buscan productos orgánicos como Whole Foods Market en Estados Unidos, existen ya pasillos enteros con diferentes tipos de aguas. En la Ciudad de México basta entrar a City Market para ver que hacia allá vamos.
Otro ejemplo es la Casa del Agua: establecimiento donde venden agua de lluvia purificada en botellas de vidrio reciclado que se pueden rellenar. El local podría competir por el mismo público que un Starbucks o una tienda de café Nespresso.
El agua embotellada sirve y seguirá sirviendo a un sinnúmero de públicos. Sin embargo, para tener la película completa, es necesario traer a la luz varios puntos que con frecuencia se nos olvidan. El primer tema son los costos de los desechos. Aunque buena parte del PET se recicla, el agua embotellada sigue teniendo un costo para el medio ambiente. El segundo tema es la regulación. Hoy en día los consumidores no tienen forma de saber o asegurarse que lo que se dice que se vende es lo que en realidad se está ofreciendo.
El negocio del agua embotellada existe porque los consumidores lo han pedido. El siguiente paso es ver cómo podemos ser consumidores más responsables y cómo la regulación puede ayudar a que los consumidores tengamos hoy más información al decidir. Pero estos serán temas en los que profundizaré en otro artículo.
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