Visita de Barak Obama a México

Migración

En política la forma es fondo, por ello la mejor noticia de la visita del presidente norteamericano a México es la visita misma. El que después de más de una década un presidente norteamericano haya visitado la capital mexicana, así como el sentido y tono de los discursos marcan un favorable cambio de tendencia en las relaciones entre México y Estados Unidos.

Es un cambio de actitud y un gesto de apoyo al gobierno mexicano. Barak Obama decidió visitar el país cuyo Estado, según reportes militares que encontró sobre su escritorio al inicio de su administración, estaba en riesgo de colapsarse por la acción de los cárteles de la droga.

Durante las campañas presidenciales norteamericanas México no aparecía como prioridad; y cuando era mencionado, era con connotaciones negativas: inseguridad, violencia e inmigrantes ilegales. La crisis financiera norteamericana parecía marginar de la agenda norteamericana las relaciones internacionales con Latinoamérica, particularmente, con México.

Ambos gobiernos hicieron un trabajo eficaz para lograr el acercamiento: Felipe Calderón fue el único mandatario que se reunió con Obama antes de que éste tomara posesión como presidente de E.U.. Tras algunas semanas de dimes y diretes y de declaraciones fuertes (como la del presidente Calderón acusando la pasividad norteamericana en el combate al tráfico de drogas en su país), las autoridades de ambos lados de la frontera se abrieron al diálogo y se reconoció que México era un tema prioritario para Estados Unidos.

Esta reunión de mandatarios no se dio en el vacío. Fue antecedida por una serie de visitas y reuniones bilaterales sin precedentes, como la visita de la Secretaria de Estado Nortemericana, la Secretaria de Seguridad Interior, el Consejero de Seguridad Nacional, el Director de Inteligencia, entre otros; en tanto que los recursos de la iniciativa Mérida continúan el proceso de su aplicación. En las semanas precedentes, las diversas agencias norteamericanas generaron insumos y reportes sobre los temas binacionales de las áreas de su responsabilidad, y consultores de ambos lados de la frontera recibieron solicitudes de información, lo que generó una amplia agenda cuyo desahogo continuará en los próximos meses.

Desde luego, el tema principal de la reunión tuvo que ver con el tráfico de drogas y de armas. El gobierno norteamericano ha reconocido el esfuerzo (que han calificado de “sin precedentes”) de la administración Calderón en el combate al crimen organizado y ha aceptado la responsabilidad que le corresponde en combatir el tráfico y reducir el consumo de drogas, así como atacar el paso de armas hacia México, que alimenta la escalada de violencia en torno al crimen organizado que ha costado más de 10 mil vidas en poco más de dos años.

Con claridad la administración Obama ha reconocido que se trata de un problema compartido, resumido en la expresión del presidente norteamericano de que es un problema que no podía atacarse con una sola mano. En este desafío común, Estados Unidos debe realizar tareas impostergables.

En la simbología política lo más relevante fue el acercamiento y la nueva actitud del gobierno norteamericano. Ante el predominio del tema del combate a los cárteles de las droga, apenas se tocaron tangencialmente los temas de la reforma migratoria (que hace un mes Obama se comprometió a impulsar) y la atención a conflictos derivados de la instrumentación de los acuerdos de libre comercio. Sin embargo, se realizaron sesiones simultáneas entre funcionarios de alto nivel que han marcado la ruta para continuar el trabajo en estos temas vitales para la relación bilateral.

México obtuvo dividendos políticos y de cooperación muy valiosos de la reunión, y Barak Obama dio un paso más en la reconstrucción de la relación de E. U. con Latinoamérica, que recibió en ruinas. Se ha acercado a Lula, a Felipe Calderón y ahora recibe el beneficio de la duda de los países más radicales de Latinoamérica en la Cumbre de las Américas en Puerto España. Incluso se está dando un progresivo acercamiento entre Washington y La Habana.

La diplomacia ha hecho su parte de manera notable, ahora la inercia burocrática que ha rodeado este acercamiento debe ser capitalizada por México, para que la información y posibles iniciativas generadas se concreten en acuerdos y programas, traduciendo el discurso político en acciones de gobierno concretas y en resultados palpables para dos países que comparten preocupaciones y desafíos que requieren atención decidida e inmediata.

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