El 5 de mayo, el Partido de la Revolución Democrática conmemoró su vigésimo quinto aniversario con un acto en el capitalino Teatro de la Ciudad, en el cual destacó el discurso del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Dentro de éste, hubo declaraciones en contra de la propia dirigencia al acusar a los perredistas que intentan una izquierda moderna, puesto que el “régimen entreguista y neoliberal”, según Cárdenas, presiona a la izquierda hasta convertirla en dócil. Es claro que los perredistas están en el intento de redefinirse tras el desastre contra su identidad pero, ¿a dónde pretenden llegar? En el futuro inmediato, su agenda social parece podría ser insuficiente hasta para mantener su hegemonía de poco menos de dos décadas en su principal bastión, el Distrito Federal, sobre todo si ya no cuentan con un liderazgo fuerte al frente de esta entidad. A fin de conseguir la expansión de sus mercados electorales, el PRD requerirá ir más allá de temas como el derecho al aborto, la legalización de la marihuana, la universalidad del matrimonio e, incluso, de la llamada “defensa del petróleo”.
El papel del PRD no es claro ni para ellos mismos. Por un lado, necesitan mantener la unidad y robarle banderas a López Obrador, el principal motor de los “vientos de fractura” de los cuales habló Cárdenas en su peroración de aniversario; por el otro, presentarse como una opción alejada de radicalismos (a pesar de la recomendación del ingeniero de hacer lo contrario). El “sol azteca” sólo lidera 5 de las 32 entidades de la República –contando Oaxaca, pero descontando Sinaloa y Puebla—aunque gobernar la capital del país es la “gran joya” que haría palidecer semejante déficit. Sin embargo, ante el inminente fracaso de Miguel Ángel Mancera como jefe de gobierno (que si bien no está afiliado al PRD, en términos electorales liga su destino al de este partido), ¿qué pasará cuando los perredistas se encaminen hacia la elección de 2018? Cabe recordar que todos sus candidatos presidenciales desde 2000 han salido del Antiguo Palacio del Ayuntamiento y que el factor AMLO-MORENA les podría arrebatar por primera vez “la mano” en la designación del abanderado de una eventual izquierda unificada.
Del mismo modo, sin ir tan lejos en el tiempo, pensando ya desde las intermedias federales y los diversos procesos estatales de 2015, el PRD se verá obligado no tanto a conservar la magnitud de su actual bancada en Cámara de Diputados y defender sus posiciones al interior del país, sino a aventurarse a la conquista de electorados desaprovechados y potencialmente descontentos con las políticas del gobierno federal y de sus respectivos estados. Los perredistas están dejando a un lado a un electorado vulnerable y olvidado que en otros países de Latinoamérica fue atendido por la izquierda. ¿Por qué no enfocar esfuerzos en la clase media baja como el sector maquilador de los estados del norte? Una oportunidad desperdiciada, pues son en su mayoría gobernados por el PRI y se han visto afectados por la reforma fiscal que aprobó el gobierno federal, entre otras cosas, por la homologación del IVA a 16 por ciento (en este sentido, aunque la mayoría del PRD votó a favor de la medida, los legisladores del norte no lo hicieron).
Otro potencial error de estrategia es que los liderazgos perredistas coincidieron en establecer como eje de acción el impulso a la consulta popular sobre la reforma energética. Sin embargo, esta lucha se ve casi perdida puesto que tres de las leyes en materia energética de mayor relevancia que se discuten no son objeto de consulta popular –artículo 11 de la ley reglamentaria— al tratar temas fiscales e incidir en los ingresos y gastos del Estado. Al enfocarse en esto, el PRD está dejando atrás una agenda progresista y se olvida además de discutir a fondo temas como la reforma político electoral. Cuando termine la “lucha por defender el petróleo”, ¿se comenzarán a preocupar por generar un verdadero programa de gobierno? El partido necesita buscar un nuevo mercado de votantes y especializarse, sí, en una izquierda moderna con nuevas propuestas. Requiere ofrecer una democracia efectiva, lo que podría ser una ventaja comparativa respecto al PRI y al PAN, quienes no han avanzado un proyecto eficaz a fin de impulsar a la par la disminución de la desigualdad social y el fomento a los valores democráticos.
Por último, el PRD está inmerso en la disputa por el control del partido entre los “Chuchos” –con el ex senador Carlos Navarrete—, cardenistas, lopezobradoristas (en vías de fuga), ebrardistas (en la soledad), radicales y los bejaranistas, entre otros grupos. Cuauhtémoc Cárdenas recalcó que un candidato de unidad (preferentemente él) podría ser la solución para los “vientos de fractura” que dijo percibir. No obstante, mientras los perredistas no logren tener una ruta coherente, su futuro seguirá siendo poco promisorio en su aspiración de ganar mayores espacios de gobierno y, en varios casos, depender de alianzas “anti-PRI” y no tanto en su propia propuesta. Los perredistas también padecen la pérdida de identidad de la oposición en general, producto de la sui generis relación que los liderazgos de Jesús Zambrano en su partido, y de Gustavo Madero en el PAN, han establecido con la administración de Enrique Peña Nieto. Aunque podría pensarse que esta alianza derivó en un mejor flujo de la agenda legislativa, tampoco es conveniente diluir a la oposición a su mínima expresión. En este tenor, la presencia de la izquierda es crucial a fin de tener contrapesos eficaces versus un gobierno federal con un insaciable espíritu centralizador. Las oportunidades están ahí, sólo falta ver si hay la voluntad y la disposición para generar los cambios que el PRD ocupa para aprovecharlas.
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