A la fecha los fundamentales de la economía nacional están relativamente sólidos: reservas suficientes para cubrir los pasivos de deuda, banca bien apalancada y un tipo de cambio cuya depreciación obedece más a la salida de capitales producto de la crisis que a razones de errores de política interna. Un escenario así puede nublar la visión y puede, ciertamente, justificar el optimismo de las autoridades. Ese es el riesgo. Recientemente la revista The Economist® analizó el riesgo de países emergentes fundado en variables de corto plazo (a 12 meses), el estudio resulta revelador y debería prender focos amarillos. Se consideran 3 variables:
1. La cuenta corriente como porcentaje del PIB: el riesgo internacional.
2. La deuda de corto plazo como porcentaje de las reservas: el riesgo de solvencia.
3. La razón de crédito a depósitos bancarios: la solidez del sistema financiero.
El resultado es que México es una de las economías emergentes más riesgosas en el corto plazo, con un índice menos favorable que el de Brasil, Argentina o Tailandia. Esto quiere decir que México es más proclive a deteriorar su desempeño económico relativo a su competencia, y que México estará al final en la lista de destinos de inversión cuando los flujos se reactiven.
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