La legislación actual marca como objetivo del Banco Central el control de precios y deja el crecimiento del país como labor del Ejecutivo Federal. Este ordenamiento impulsa un balance sano entre las políticas fiscal y monetaria al sustentar la independencia del Banco. En la coyuntura de crisis actual algunas voces han llamado a reformar el papel del Banco de México para agregar a sus competencias el objetivo de crecimiento. La lógica detrás de ello sería alinear la operación de Banxico con la de su contraparte estadounidense, la Reserva Federal (la cual ya tiene legalmente ese doble mandato), con el fin de generar mayores mecanismos de control económico. Esto implica alinear la política monetaria de México con la de Estados Unidos, y con ello perder capacidad de gestión de la política monetaria. La conclusión de esta propuesta de reforma sería un Banco Central con menos independencia y tácitamente condicionado a seguir las acciones de la Reserva Federal. Menor capacidad de gestión se traduciría en menor control de tasas, tipos de cambio e indirectamente de la inflación. Resulta necesario realizar estas consideraciones previas, no hacerlo sería irresponsable pues significaría acabar con una de las pocas victorias de México en materia económica.
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