El pasado dos de enero comenzó el proceso hacia las elecciones intermedias del 2009, en las que se disputarán 300 diputaciones en el Congreso federal, 6 gubernaturas y cargos de elección popular en ayuntamientos y legislaturas locales. El 16 de marzo culmina el periodo de selección de candidatos, fecha para la cual los partidos deberán presentar sus listas correspondientes. El contexto –crisis económica y de seguridad nacional– no pinta fácil para un Presidente que desesperadamente necesita herramientas de gobernabilidad en el legislativo durante la segunda mitad de su sexenio. Sin embargo, su partido no parece tener ni los cuadros ni la capacidad de movilización necesarias para obtener las mayorías necesarias en los próximos comicios. Es interesante notar que esta elección sólo contempla un relevo de legisladores en la Cámara Baja, por lo tanto, la correlación de fuerzas en el Congreso no cambiará mayormente, el único tema realmente susceptible de cambio sería en la negociación del presupuesto, que es de potestad exclusiva de los diputados. Sin embargo, un desempeño pobre del partido del presidente entrañaría un cambio simbólico con enormes implicaciones políticas, tal y como sucedió en la administración anterior.
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