Uno de los principales dilemas para el presidente Calderón a inicios del año era si fortalecer su gabinete privilegiando la lealtad o elegir colaboradores que se probaran por su capacidad y experiencia. Los nombramientos de Ernesto Cordero como titular de la SEDESOL y de Juan Camilo Mouriño en la Segob, en los primeros meses del año, mostraron la intención de trabajar de cerca con su equipo íntimo. La llegada de Gerardo Ruíz Mateos confirmó la tendencia hacia la conformación de un equipo con funcionarios leales. Esta estrategia fue riesgosa pues la administración federal dependía cada vez más de la pericia –y no tanto de la lealtad– de sus operadores. Sin embargo, el avionazo en el que pierden la vida Mouriño y Santiago Vasconcelos, además de atestar un duro golpe a la presidencia, obliga al Ejecutivo a dar un giro de timón con el nombramiento de Fernando Gómez Mont, un panista de prosapia, como encargado de la política interna en la Segob. A la par, la designación de Luis Felipe Bravo Mena como secretario particular del Presidente, muestra un proceso de transición que ha ido desmantelando el equipo compacto de vuelta al panismo tradicional. La apuesta del Presidente ha sido cerrar filas en torno a los cuadros más experimentados del PAN para asegurar el apoyo de su partido en las intermedias y evitar, como en las últimas dos administraciones, terminar con menos correligionarios.
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