Después de que varios legisladores perredistas votaran la reforma a Pemex la semana pasada, el partido del sol azteca se debate entre la ruptura y la unidad. Por un lado, López Obrador y sus huestes llaman traidores a aquellos que impulsaron la reforma –incluso se ha publicado al interior del partido una lista de traidores que llega a más de 200 nombres entre los que se encuentran los Cárdenas, Carlos Navarrete, y Leonel Godoy, entre otros. Mientras tanto, Guadalupe Acosta Naranjo, presidente del partido, está convocando a una cumbre de líderes de izquierda con el fin de reagrupar a ese sector político del país. Algunos han hablado de una escisión interna del partido mientras que unos más desechan esta posibilidad. El partido está en un momento de definición fundamental para su futuro político, es tiempo de decidir si continúan con el enfrentamiento o procesan las viejas afrentas con un absoluto pragmatismo. El movimiento lopezobradorista debe dejar claro cual será su papel dentro del partido y si se inclinarán por promover sus demandas desde la vía institucional. Sólo si el PRD logra resolver estos entuertos tendrá una mínima oportunidad en las elecciones intermedias del 2009 y empezará a constituirse como una opción de izquierda verdaderamente democrática y moderna.
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