El epicentro de esta crisis financiera está en Estados Unidos, país con el que se relaciona el 80% de la actividad exportadora de México. La transferencia recesiva se está haciendo evidente en su impacto en turismo, reducción de remesas provenientes de ese país, contracción de los créditos y, principalmente, en la reducción de nuestras exportaciones. Esta disminución de la actividad económica irá permeando el mercado interno, evidenciándose en la contracción de la inversión y la generación de empleos, el otorgamiento de nuevos créditos, y en la reducción de los montos y frecuencia de las transacciones económicas. Los temas socialmente sensibles de la agenda (precios de productos básicos, problemática agropecuaria y rural) serán sometidos a mayor presión. A pesar de que se registró una corrida contra el peso que lo llegó a devaluar 25% en sólo tres días, en general, la fortaleza de las variables macroeconómicas ha permitido hacer frente a estas circunstancias adversas. Sin embargo, nuevamente, la falta de reformas estructurales en infraestructura, en materia hacendaria (las finanzas públicas dependen un 40% de los ingresos petroleros), en el sistema legal y en el ámbito político, limitará la capacidad de respuesta de nuestra economía.
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