El sábado por la noche miles de ciudadanos vestidos de blanco prendieron luces para protestar contra la inseguridad y poner el dedo en la llaga del secuestro. Muchas personas en otras ciudades del país también tomaron las calles, reprobando la invasión del narco y la falta de efectividad de las autoridades. En la protesta contra la inseguridad podía escucharse una indignación profunda –un hartazgo– de las clases medias de la ciudad de México, y de muchos más en provincia. La frase de Martí: “Si no pueden, renuncien”, sigue resumiendo el sentimiento de esta parte de la Nación. Aunque el Presidente ya “renunció” a su primer funcionario –Roberto Campa– y habló de crear una policía nacional; entre la población se fortalece la percepción de que el problema fundamental de la seguridad en México no son los policías, sino los gobernantes de los tres niveles.
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