Cambios en el gabinete: el ajedrez electoral

Salud

El viernes pasado, el gabinete del Gobierno Federal cambió de configuración. Esta vez, el objetivo fue acomodar las piezas para la contienda electoral de 2012. Y como eje del movimiento se encontró Ernesto Cordero, quién salió de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para perseguir la candidatura a la Presidencia -a pesar de que los resultados que reportan las encuestas, dentro y fuera de su partido, indican que hoy sus posibilidades de éxito son por lo menos cuestionables. Con la salida de Cordero, el Presidente Calderón parece mantener en él su apuesta y la acompañó colocando a personajes de su confianza en carteras estratégicas para las próximas elecciones.
El lugar de Cordero es ocupado por José Antonio Meade, un economista y abogado bien preparado de vieja filiación priísta, cuyo nombramiento permite predecir un diálogo más terso con la bancada del PRI en la negociación presupuestal. Meade deja una vacante en la Secretaría de Energía que es cubierta por Jordy Herrera, antes director de PEMEX gas y petroquímica, cuya principal encomienda será quizá la supervisión de PEMEX y su sindicato considerando el rol que pudieran jugar en la próxima elección.
La salida de José Ángel Córdova Villalobos de la Secretaría de Salud para buscar la gubernatura del estado de Guanajuato deja en su lugar a Salomón Chertorivski, antes responsable del Seguro Popular. Este cambio es crucial para el Ejecutivo pues su intención es expandir este programa, hasta llegar a la meta de cobertura universal de salud, por tratarse de las pocas políticas públicas que pueden contribuir a mejorar la percepción sobre las administraciones panistas.
Finalmente, la salida de Guillermo Valdés del Centro de Investigación y Seguridad Nacional para ser substituido por Alejandro Poiré, antes Secretario Técnico del Consejo de Seguridad Nacional y también Vocero, deja sin escudo al Presidente Calderón en el tema. Esto anticiparía la intención de cambiar de conversación en el Ejecutivo pensando en elecciones, el riesgo de una estrategia de esta naturaleza es que la realidad a partir de un acto violento, como ocurre cotidianamente, impida reducir la intensidad del tema. Por otro lado, la experiencia de Poiré en el terreno electoral será motivo de suspicacia respecto al uso político del CISEN (guerra sucia) en las próximas elecciones. La confidencialidad que caracteriza al órgano de inteligencia y su blindaje a las leyes de transparencia contribuyen a esa visión. Lo que es un hecho es que en la labor de Poiré tendrá una relevancia mayor la inteligencia sobre un eventual involucramiento de la delincuencia organizada en las elecciones. Sobre el uso político de la inteligencia, la tentación estará ahí.

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