La seguridad en la relación México-Estados Unidos

Justicia

La reciente visita a México de Janet Napolitano, Secretaria de Seguridad Interior de los Estados Unidos, ha colocado en el debate el futuro de la relación México-Estados Unidos durante el próximo sexenio en temas de seguridad. La llegada de Napolitano no se circunscribió exclusivamente a México. Su gira contempló también a Guatemala, El Salvador y Panamá. En este viaje su agenda ha sido muy clara: dado que el 90% de la droga de Sudamérica hacia Estados Unidos pasa por México y Centroamérica, estos países deben de redoblar su lucha contra el crimen organizado. En ese mismo ánimo, a su paso por México, la Secretaria declaró que eventualmente el “Chapo” Guzmán terminaría por caer ante los persistentes esfuerzos de ambos países y, con esas palabras, abrió la puerta para que algunos medios y opinadores sacaran del cajón la hipótesis de que el Gobierno Federal -con el apoyo de E.E.U.U.- dará un golpe espectacular en contra del crimen organizado a pocas semanas de que sucedan las elecciones.
No obstante, la interpretación anterior no ha sido la única que se le ha dado a la visita de Janet Napolitano. La otra lectura es que su presencia en el país es el resultado de una preocupación creciente en torno a las instituciones de seguridad y justicia en el país. Instituciones que han resultado notoriamente ineficaces para hacer frente al crimen organizado a pesar de los recursos invertidos y, como muestra de ello, sólo basta apelar a lo sucedido en Apodaca. Sin embargo, a pesar de que aún no hay indicios claros sobre la percepción del gobierno estadounidense -o por lo menos no de una percepción unificada- respecto del éxito/fracaso de la estrategia del Presidente Calderón, lo que ha encendido algunos focos rojos en el país vecino es la coyuntura de violencia, debilidad institucional y elecciones que deberá enfrentar México en los próximos meses, independientemente de que se logre o no la aprehensión del “Chapo”. Si bien es imposible calificar de exitosa o fallida la estrategia gubernamental, las percepciones, alimentadas por una falta de explicación y narrativa, tienen un evidente peso y consecuencia política.
Lo que no ha pasado desapercibido durante las últimas semanas es la cercanía del gobierno estadounidense con la dinámica electoral y política en México. No sólo se trata de Napolitano, el Vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reunirá en los próximos días con los tres candidatos fuertes a la Presidencia de la República para tratar temas de cooperación binacional. Corresponderá a estos tres aspirantes decidir, entre otros temas, si remarcarán o continuarán desdibujando las fronteras entre México y Estados Unidos en materia de seguridad. En el futuro, cualquier relación que se construya tendrá como precedente que durante la gestión de Felipe Calderón se construyó una relación de cooperación tan estrecha que, como externalidad negativa, pudo haber dado pie a acciones -como el operativo “Rápido y Furioso”- que fácilmente pueden ser construidas como violaciones flagrantes a la soberanía nacional. En realidad, una de las circunstancias que hace peculiar a la política bilateral de estas dos naciones es el hecho de que la política exterior de uno tiene reflejos inmediatos en la política interna del otro y viceversa. En consecuencia, es claro que mucho del activismo gubernamental estadounidense se puede explicar por su preocupación de cómo el próximo gobierno mexicano decida o intente dar forma a la relación entre ambas naciones.

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