Sorprenden siempre los datos que muestran que una empresa puede tener más poder o recursos que el gobierno de un país. El libro Power, Inc. del autor David J. Rothkopf muestra, por ejemplo, que una empresa como ExxonMobil tiene presencia en el doble de países que Suecia, a través de sus embajadas; que los ingresos de Walmart superan el Producto Interno Bruto de 25 países; y que en 2010 la Fundación Gates gastó más en el rubro de salud que la propia Organización Mundial de la Salud.
Con frecuencia pensamos en empresa y gobierno como dos ámbitos separados y en conflicto. Donde una parte se preocupa solamente por ganar dinero y la otra se ocupa de los intereses de las personas. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja.
Rothkopf desmenuza muy bien el tema. Explica que las últimas décadas demuestran que se debe buscar un balance entre el poder del gobierno y el de las empresas, y que cuando uno u otro obtienen demasiado, esto tiende a ser en detrimento del bienestar de la sociedad. Más que rivales, empresas y gobierno pueden complementarse para lograr el desarrollo de un país y el bienestar de las personas. El autor comenta que, si bien antes se podía hablar de capitalismo versus comunismo, hoy más bien vemos distintos modelos de capitalismo.
El primero modelo de capitalismo es el estadounidense, donde ni los demócratas ni los republicanos abogan por una política industrial controlada por el gobierno, mayor involucramiento del gobierno en el día a día en los negocios y mercados, o un modelo de seguridad social más extendido.
El segundo modelo es el del capitalismo chino, que por su tradición comunista y de planeación central presenta el sistema más diferente al estadounidense. En este coexiste la ausencia de regulación en algunos sectores, con mucha planeación y control del Estado en otros.
El tercer modelo es el que vemos en India y Brasil, donde se busca estimular el desarrollo a través de un gobierno activo en sectores específicos, pero en general se privilegian las economías de mercado.
El cuarto modelo es el “eurosocialismo”, mejor representado por Alemania y Suecia. Este modelo está basado en una fuerte red de seguridad social, impuestos altos y mucha colaboración entre las empresas, gobierno y trabajadores.
Por último, está el capitalismo “emprendedor” donde coexisten economías chicas y vibrantes con un gobierno altamente activo. Casos así son Israel, Singapur y los Emiratos Árabes.
Pero, ¿México dónde queda? En opinión de Rothkopf, Nigeria, Egipto y México tienen economías importantes pero sus modelos son demasiado problemáticos. No son ejemplos a seguir para nadie.
En esta coyuntura electoral, los próximos meses estarán llenos de propuestas, críticas y ofertas para “ahora sí” sacar adelante al País. Hasta ahora el candidato que más ha elaborado en su modelo de desarrollo —se esté o no de acuerdo con él— es López Obrador. Sería, pues, momento de pedirle a los otros candidatos que comuniquen su proyecto de modelo de desarrollo, y que de forma paralela pudiéramos tener un debate serio en términos de relación Estado-empresa. La alternativa está clara: seis años más de indefiniciones, de reformas estructurales fallidas y de proyectos que van en sentido contrario.
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