Una mirada a lo local: Nuevo León

Telecomunicaciones

A pesar de que el próximo 1º de julio en Nuevo León no se elegirá un gobernador, la contienda electoral en esta entidad resulta de especial relevancia para los partidos políticos y sus respectivos candidatos presidenciales. En una entidad donde PAN y PRI prácticamente se reparten 90% de las preferencias, está también abierta la disputa de 51 alcaldías, 26 diputados locales de mayoría relativa, 16 más de representación proporcional, 12 diputaciones federales y 3 escaños senatoriales. Asimismo, diversos factores, históricos, económicos y políticos han convertido a Nuevo León en una demarcación particularmente sensible en tiempos electorales. Nuevo León es una potencia económica nacional, ya que representa 7.5% del PIB del país (sólo por debajo del D.F. y el Estado de México (2009)), concentra un significativo número de actores relevantes en los sectores financiero y bancario, telecomunicaciones, aeroespacial, metalúrgico, entre otros, y es cuna de una de las clases empresariales de mayor raigambre en México. En suma, el capital neoleonés siempre se percibe como una nada despreciable fuente de financiamiento, influencia y apoyo, no sólo durante las elecciones, sino también en el transcurso de la gestión de los presidentes de la República en turno.
Al hacer una revisión histórica, el PRI ha mantenido la gubernatura desde 1929, salvo en el periodo 1997-2003 en el que la ostentaron los panistas Fernando Canales Clariond y Fernando Elizondo (en un breve interinato). En cuanto al congreso local, el panorama parece equilibrarse un poco en la última década, aunque la mayoría parlamentaría hoy le corresponde al PRI con 20 legisladores, seguido del PAN con 17. Respecto a los ayuntamientos, el PRI controla 33 de 51 (61%), pero Acción Nacional tiene municipios clave como Monterrey, San Pedro Garza García y San Nicolás de los Garza. Por su parte, la izquierda no ha representado competencia verdadera para PRI y PAN en Nuevo León. De hecho, la votación más alta para un aspirante de izquierda al gobierno estatal sucedió también en 1997, cuando el ex rector de la Autónoma, Luis Eugenio Todd, logró el 5.9% de los sufragios postulándose por el PT. En cuanto a comicios presidenciales, ni siquiera el empuje nacional de López Obrador le permitió tener a la coalición de izquierda una votación mayor a 16% en la elección de 2006.
En el contexto presente, la ola de violencia que sacude a la entidad, encarnada en algunos lamentables acontecimientos con proyección nacional –recordamos los narcobloqueos en el área metropolitana de Monterrey, la destrucción del Casino Royale, o la espectacular fuga de reos del penal de Apodaca—propicia que uno de los reclamos de los electores y, por supuesto, de las élites neoleonesas, sea contar con instituciones fuertes para proveerles seguridad. En este sentido, la percepción de ineficacia en el cumplimiento de esta obligación por parte de las autoridades, se ha enfocado tanto en el gobierno federal encabezado por el PAN, como en la administración estatal dirigida por el PRI. Los constantes desencantos con ambos órdenes de gobierno hacen que no resulte del todo claro hacia dónde se inclinará la balanza el próximo 1º de julio, aunque sí se pronostica que la izquierda continuará como un actor marginal en Nuevo León.
Si bien el PRI ha tenido tradicionalmente una sólida posición como primera fuerza en el estado, el panismo neoleonés ha dado la batalla. No obstante, desde que perdió la gubernatura en 2003 ante Natividad González Parás, el PAN no ha sido capaz de recuperarla. Este año, la lucha por los asientos legislativos federales, locales y los municipios se anticipa bastante cerrada. Ciertamente, el PAN local llega un tanto fragmentado por la designación del polémico alcalde regiomontano, Fernando Larrazábal, a una diputación federal, así como otras decisiones tomadas desde el CEN panista que no han sido del agrado de algunas cúpulas locales de abolengo en el partido. Sin embargo, la carta que juega a su favor es que el electorado tendrá como referente del PRI la complicada gestión del gobernador Rodrigo Medina, y podría emitir un voto de castigo, tanto en lo local como en lo federal. Por otra parte, también se debe considerar que, en el caso específico de Nuevo León, los candidatos suelen tener más peso que el partido que los postula. Al final del día, los neoleoneses apuestan por resultados, no por colores.

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