Una mirada a lo local: Estado de México

Morena

Este 1 de julio, los mexiquenses elegirán a 125 presidentes municipales y a 75 diputados para su congreso local. Analizar esta contienda es de suma importancia para la elección presidencial debido al peso que el Estado de México representa en términos poblacionales, económicos y en el padrón electoral. El Estado de México contiene al 13% de la población nacional (15 millones de personas) y en sus cinco municipios más poblados (Ecatepec, Nezahualcóyotl, Toluca, Naucalpan y Tlalnepantla) se concentra el 30% de los mexiquenses. En términos económicos, la entidad contribuye con el 9% del PIB nacional y, en términos políticos, aporta el 14% del padrón electoral. El estado nunca ha experimentado alternancia política a nivel de la gubernatura y, actualmente, el PRI gobierna 97 municipios –incluidos todos los considerados dentro de los otrora llamados “corredores amarillo y azul” localizados en el oriente y centro-norte del estado—, el PAN 13 (uno obtenido en coalición con Convergencia), y las izquierdas 15. En la legislatura estatal, el PRI controla la mayoría con 39 diputados, por 12 del PAN y 7 del PRD. Un ejemplo más de la hegemonía priista es el triunfo avasallador en las elecciones para gobernador de 2011 de Eruviel Ávila, con el 62.56% de los sufragios. En este sentido, algunos analistas consideran a los comicios mexiquenses como un “termómetro” de cómo se comportará la siguiente elección presidencial, la cual en los últimos tiempos tiene lugar un año después de las estatales. Como se recordará, esto no se cumplió en 2000 ni en 2006, donde Acción Nacional ganó la Presidencia aun cuando el PRI había conquistado el Estado de México. En 2012, el mito del “termómetro” podría finalmente materializarse aunque, de cumplirse, hay un factor fundamental que no había jugado en anteriores ocasiones: hace un buen tiempo que un ex gobernador mexiquense no se postulaba a la Presidencia.
Este factor no puede perderse de vista en la contienda actual por otra razón: una enorme proporción de los votos que obtuvo López Obrador en 2006 provinieron precisamente de los municipios conurbados del Estado de México. El hecho de que el candidato presidencial del PRI sea mexiquense y que tenga una enorme presencia en estos municipios sugiere que López Obrador no tiene ninguna posibilidad de repetir el número de votos que logró en la ocasión anterior. Puesto en otros términos, el hecho de que Peña Nieto provenga de ese estado constituye un factor determinante para López Obrador, circunstancia que hubiera sido muy distinta de haber provenido el candidato priista de Veracruz o Oaxaca.
La distribución del poder en el Estado de México ha cambiado mucho desde que Enrique Peña Nieto tomó la gubernatura en septiembre de 2005. El PAN y el PRD no sólo perdieron sus corredores en las elecciones municipales de 2009, sino que la imposibilidad de competir en 2011 para la gubernatura con una alianza parecida a la concretada en Sinaloa, Puebla y Oaxaca, hizo que el PRI tuviera un camino más sencillo hacia su victoria. Otro fenómeno a considerar es el declive de Acción Nacional. Por ejemplo, de los municipios hoy gobernados por el PRI, el PRD y el PAN prácticamente dividen el segundo lugar en la mitad de ellos, respectivamente. Sin embargo, la población que contienen los municipios en donde el PRD ocupa la segunda posición, casi duplica aquella que habita los municipios con mayor presencia panista, sobretodo apoyado en las grandes demarcaciones del oriente mexiquense como Nezahualcóyotl, Ecatepec, Chimalhuacán, Texcoco, entre otros. Asimismo, no se debe desestimar el trabajo de campo que ha hecho el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en varios municipios del estado. Tal vez López Obrador no gane la mayoría de los votos en el Estado de México como lo hizo en 2006 contra Calderón, pero sí podría lograr una suma nada despreciable en su esfuerzo por consolidar el segundo puesto de la contienda o más allá. En cuanto a la recuperación de ayuntamientos para el PRD, eso se vislumbra menos probable. La maquinaria político-electoral que heredó Peña a Ávila parece estar bien aceitada. No obstante, queda poco claro si su operador tiene las mismas habilidades que su antecesor.
Por último, el caso del PAN podría ser reflejo de una situación que se reproduce a nivel nacional y en muchos estados para el partido. En las elecciones de 2011, el CEN panista pareció dar escaso apoyo a sus estructuras locales y a su candidato, decepcionados de no haber consolidado una alianza con el PRD –la cual fue reventada por López Obrador—, y con una negativa previa de Josefina Vázquez Mota de ser su abanderada a la gubernatura. Acción Nacional terminó desplomándose con Luis Felipe Bravo en menos de 13% de la votación, muy por debajo del porcentaje que José Luis Durán marcó en 1999, con 35% de los sufragios. Hoy que Vázquez Mota contiende por la Presidencia, una sólida base panista en el Estado de México habría sido de gran ayuda para ella. En cualquier caso, el PRI y Enrique Peña son quienes han hecho mejor la tarea en estos años a fin de ganar la importante pieza del pastel electoral nacional que encarna el Estado de México. Y el gran perdedor de esta evolución de las cosas es AMLO.

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