Calderón y Madrazo les urge debatir. Al Peje no. Mientras siga seis o diez puntos arriba en las encuestas su estrategia será dilatoria y mañosa. Pero lo que verdaderamente les urge a Calderón y Madrazo no es debatir con AMLO, sino acercársele en las encuestas.
El dilema estratégico que presenta la campaña del 2006 es muy sencillo y también muy desagradable para dos de los tres candidatos mayores. A pesar de sus ventajas estructurales (nadie puede negarlas), el PRI y el PAN llegan a la campaña presidencial del 2006 en una situación de marcada desventaja. La posición dominante del campo de batalla ya esta firmemente ocupada por López Obrador. Para disputársela Madrazo tiene que eliminar a Calderón o Calderón a Madrazo. El camino que llega al Peje pasa por el cadáver del rival, no hay otro.
Aunque hay quienes ya doblaron las manitas, López Obrador todavía puede ser derrotado. El voto suave que sostiene la ventaja del perredista está ahí y no hay duda de que es vulnerable a ser capturado por un retador. Pero los ciudadanos volátiles sólo se lo entregaran a un candidato que tenga posibilidades reales de ganarle al perredista, es decir a uno que se le acerque en las encuestas. Y, he aquí el dilema: si Madrazo avanza significativamente hacía el Peje, Calderón tiene que lanzarse a la yugular de Madrazo (y viceversa). Diego Fernández de Cevallos entendió bien este problema cuando –en su debate de 1994 con Zedillo y Cárdenas- se fue con todo contra el perredista y logró colocarse (aunque fugazmente) a tiro de piedra de Zedillo. Por ello pronto veremos que el principal enemigo de Madrazo acaba siendo Calderón y que el principal enemigo de Calderón acaba siendo Madrazo. Tarde o temprano ambos tendrán que relegar la guerra contra el Peje y concentrar sus baterías en el rival segundón.
Madrazo y Calderón arrancaron la carrera como si pudieran optar por pelear en dos frentes a la vez. Y mientras más se tarden en emprender la guerra para eliminar al otro, menos tiempo y posibilidades tendrán de llegar a la madre de todas las batallas contra el perredista. El problema es que no se antoja nada fácil la tarea de eliminar al primer rival. La batalla por el segundo puesto no será nunca fácil cuando uno de los contendientes tiene de su lado a la Presidencia de la República (con todo lo que esto significa) y el otro controla la estructura electoral más grande y sólida del país. A pesar de la vulnerabilidad que exhibió Madrazo la semana pasada, el PRI no es estructuralmente débil. Por el contrario, como lo muestra la encuesta reciente de Consulta Mitofsky, el PRI esta posicionado para arrebatarle Jalisco al partido de Calderón. El PAN, por su parte, tampoco es débil: es el partido en el poder. El control de las burocracias clientelares, de la regulación económica, de las instituciones de inteligencia criminal, financiera y política, y la enorme pauta publicitaria de la Presidencia invitando al pueblo a “seguir por el mismo camino” tienen que servirle de algo. Ni el PRI, ni el PAN tienen fácil la eliminación del primer rival a vencer. Hubiera sido mucho más fácil disputar el segundo puesto con el viejo PRD como lo hizo el jefe Diego.
Mientras sus contendientes se ven obligados a matarse entre sí, López Obrador seguramente optará por llamarlos a la concordia y adoptar actitudes de estadista, o por pitorrearse de ellos llamándolos pirrurris, da igual. Puede entretenerse en el cómodo y flexible juego del puntero. Ya recorrió todo el país dos veces y ya visitó minúsculos lugares a los que ninguno de sus rivales llegará (no tendrán tiempo). Ya cooptó a la oposición de izquierda, por lo que puede darse el lujo de correrse al centro y de abrazar las iniciativas populares que vayan presentando sus rivales. Si Calderón o Madrazo dan con alguna propuesta que sea una mina de oro electoral, López Obrador no tardará en ofrecerla reempaquetada a la población. Como el velero que va marcadamente en la punta, le basta con imitar los movimientos del segundo para llegar antes a la meta.
El aura de ganador trae consigo ventajas indudables. Trae mucho dinero y pone paz en el alma atribulada. El Peje consiguió la ganga de la temporada cuando TV Azteca le vendió el espacio matutino de Hechos (con sus potenciales 6 minutos de spots) a precio de Infomercial. El mismo López Obrador, anticipando la crítica, respondió desparpajado: “les da coraje, me tienen envidia”. Y razón no le falta. ¿Cuanto hubieran dado Madrazo o Felipe por estar donde él se encuentra ahora, viendo los toros desde la barrera, atento a la inevitable masacre de sus adversarios o, mejor aún, confiado en que no se eliminen, en que sigan jugando igual?
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