El fallecimiento del ministro José de Jesús Gudiño Pelayo pone a la Suprema Corte ante un nuevo proceso de reconfiguración. El presidente Calderón deberá someter una terna al Senado para que éste designe –por el voto de dos terceras partes– al nuevo Ministro. A la complejidad de la negociación al interior del Senado y con el propio Presidente se agregará la presión de quienes impulsan una visión más conservadora o más liberal en la Corte.
El presidente Calderón está obligado a presentar candidatos con un perfil que responda a la presión de los grupos más conservadores dentro y fuera de su partido –dos ministros propuestos por él votaron a favor cuando se discutió la despenalización del aborto. Además, las acusaciones sobre los excesos del Ejército en su incursión en la lucha contra el crimen organizado hacen imposible pensar en que proponga un perfil claramente definido como pro derechos humanos.
En la negociación en el Senado PAN y PRD podrían sacar adelante la designación. Sin embargo, su alianza no podría sobrevivir a una terna conservadora, el PRD como partido de izquierda estaría obligado a vetarla. Por otro lado, si bien el PRI no vive su momento más colaborativo con el Ejecutivo, sus preferencias respecto a la Corte podrían ser más afines. Desde luego, cualquier respaldo del PRI en este asunto le costaría al Ejecutivo, la pregunta es cuánto, en qué tema y si hay disposición a pagarlo.
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