Lo que hoy se conoce como la reunión trilateral de Líderes de América del Norte surge hace seis años bajo el paraguas del acuerdo de seguridad. Por esto es que, si bien se tratan otros temas, la seguridad es lo central. Tanto Canadá como México aceptaron ese formato porque requerían un ancla para forzar a los estadounidenses a enfocarse hacia la problemática regional, aunque fuera sólo una vez al año. En la reunión de Guadalajara Obama, un presidente nuevo y distinto al que inició estas reuniones, estuvo dispuesto a hablar, incluso en público, sobre los temas que son más relevantes para la agenda mexicana, incluyendo el comercio, la migración y la zona fronteriza. Sin embargo, la reunión acabó siendo dominada por el debate sobre la potencial violación de derechos humanos por parte del ejército mexicano en el contexto de la guerra contra el narcotráfico. El presidente Calderón salió del paso, retando a sus críticos a que presenten evidencia contundente. Pero Calderón enfrenta hoy muchas presiones. Por una parte un enorme muro de prejuicios que, sin duda, los propios narcotraficantes han aprovechado para hacer dudar de la palabra del gobierno y poner, tanto al gobierno como al ejército, a la defensiva. Por la otra, está la presión del gobierno estadounidense que podría verse obligado por su congreso a congelar recursos de la iniciativa Mérida.
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