A 100 días de la elección presidencial en Estados Unidos

Presidencia

En menos de 100 días, Barack Obama estará enfrentando un escenario muy distinto al de hace cuatro años cuando buscó y consiguió llegar a la presidencia de Estados Unidos. Aunque Obama tuvo una especie de “luna de miel” con sus ciudadanos (y con el mundo), alcanzando en febrero de 2009 –a unos días de haber tomado posesión— un máximo de alrededor de 66% en sus niveles de aprobación (de acuerdo con el promedio del portal RealClearPolitics), el actual mandatario ha caído por debajo del 50% en la mayoría de las encuestas. De hecho, en un reciente estudio de la empresa Gallup, el presidente sólo tendría rangos aprobatorios por encima de la mitad de los encuestados en 13 de 50 entidades (recordar que la elección presidencial es indirecta y el resultado particular estado por estado es crucial). Esto, a pesar de que encarará a un candidato republicano, Mitt Romney, con escaso carisma y reducidas habilidades para generar entusiasmo entre las propias clientelas de su partido, no vislumbra un panorama halagüeño para Obama de cara a los comicios del 6 de noviembre. Ahora, más allá de que las campañas presidenciales arrancarán de manera oficial hasta dentro de un mes, es importante comenzar a analizar cuáles serán los impactos del resultado de la elección para México
Al recordar la campaña de 2008, Obama emprendió una gira internacional –donde abarrotó plazas públicas y auditorios en ciudades como Berlín, El Cairo o París—de cuyo itinerario excluyó a México. A pesar de ese “desaire”, en 2009, según un estudio del Pew Research Center, cerca de 70% de los mexicanos veían en el entonces flamante presidente estadounidense una oportunidad para mejorar las relaciones bilaterales. Tras un cuatrienio que ha transitado de la indiferencia (Obama conocía poco o nada de México) hasta la polémica (con acciones como “Rápido y Furioso” o la creciente política de deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados –la cual se supone cesó hace apenas unas semanas), las tendencias han cambiado. En 2012, Pew indica que sólo 42% de los mexicanos confían en Obama. La imagen fresca y esperanzadora del joven senador por Illinois, la del hombre que eventualmente se convirtió en el primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca –si bien con una historia de vida más cercana a la de un estadounidense blanco de clase media, que a la de alguien criado en los ghettos—, la del político que “reivindicaría” la política exterior de su país, la de la gran panacea a los crecientes problemas económicos de la Unión Americana, poco a poco se topó con algo a lo que (casi) nadie escapa: la realidad.
Olvidando por un momento lo que suele dominar las notas de la prensa mexicana cuando tratan asuntos bilaterales (la supuesta promesa de una reforma migratoria y el tráfico de drogas y armas, por ejemplo), es relevante tocar el tema fundamental entre México y Estados Unidos: la relación comercial y financiera. Si 78% de nuestras exportaciones terminan en nuestro vecino del norte –60% de las cuales se concentran en 3 estados, Texas, California y Michigan (por la industria automotriz)—, una desaceleración en la economía estadounidense tiene consecuencias graves para México. Obama no ha tenido el resultado esperado en aliviar, por ejemplo, la crisis de desempleo, cuyo nivel rondó el 8.3% en julio pasado. Del mismo modo, ha tenido poco éxito en negociar un paquete fiscal equilibrado. Aunque en la actualidad el titular de la Casa Blanca puede culpar a la mayoría republicana en la Cámara de Representantes de este pendiente, Obama y los demócratas tuvieron sólidas mayorías legislativas en la primera mitad de la gestión presidencial. En cambio, en ese primer bienio, el mandatario prefirió concentrar sus baterías en impulsar una costosa reforma al sistema de salud. El llamado “Obamacare” daría acceso a 30 millones de estadounidenses más a servicios de salud, pero impondría una carga al erario de 2,600 millones de millones de dólares (trillones en Estados Unidos) en una década. Por si fuera poco, algunos demócratas suelen utilizar en su retórica de “solución” a la crisis, la necesidad de renegociar el TLCAN, que evidentemente no sería benigno para México. En suma, un segundo periodo de Obama no sería necesariamente una buena noticia para México.
Durante los próximos tres meses, CIDAC seguirá de cerca el proceso electoral estadounidense y ofrecerá un análisis de cómo las plataformas, discursos y escenarios prospectivos, podrían incidir tanto en el resultado de los comicios como, muy importante, en las relaciones de México con su principal socio comercial.

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