Por años en México, empresarios, académicos, funcionarios públicos, políticos, líderes de opinión y la sociedad, en general, hemos sido muy exitosos haciéndole publicidad al concepto: no se puede. Algunos de los slogans favoritos son: el Congreso está dividido, políticamente no es rentable, o el Presidente ya no tiene el poder de antes para poder solucionarlo. Y hemos sido tan exitosos que, incluso, logramos exportar la idea al extranjero.
Parece que entre más grandes son los problemas, las soluciones se antojan más difíciles, y entonces todos nos resguardamos en el “pobres de nosotros” o “no hay nada que yo, frente a eso, pueda hacer”. Sin embargo, existen miles de cambios pequeños que pueden disminuir el gasto público, detonar el crecimiento económico, aumentar la recaudación, beneficiar a los consumidores e iniciar círculos virtuosos que nos lleven al sí se puede.
La próxima semana, por ejemplo, el Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (CIDAC) dará a conocer su documento Acciones Cruciales en Materia de Competencia y Regulación que consta de 46 acciones de las cuales 24 no requieren aprobación del Congreso. ¿Cómo se ven algunas de estas ideas?
Por ejemplo, muchos gobiernos estatales y municipales están buscando autoabastecerse con energía eléctrica renovable. Pero, si bien tenemos ya casos de éxito, hay estados que aún no han contemplado la figura de asociaciones publico-privadas en sus leyes de adquisiciones o no ha emitido la reglamentación necesaria para llevarlas a cabo. Este cambio es relativamente fácil de lograr, de replicar en todo el país (a partir de los casos de éxito que ya se tienen) y, si se realiza de manera correcta, lleva a todas las partes a ganar.
Otro caso interesante es el de transportación ferroviaria donde no hay nada contemplado en caso de que dos concesionarias decidieran no ponerse de acuerdo en cuanto a la tarifa a cobrar para hacer uso de las redes. Así, si bien lo ideal sería que las partes acuerden un precio, un modelo de tarifas de interconexión cuyo objetivo sea minimizar las posibles pérdidas en caso de que no haya un acuerdo, daría certidumbre y reduciría los costos de transportación.
En lo que respecta al sistema financiero, como lo muestra el documento, hay también muchas oportunidades. Uno de los ejemplos es mejorar el acceso y la información crediticia disponible. Por ejemplo, hoy no se puede conocer el historial que tienen los individuos pagando sus deudas al Estado, información que pudiera ser de gran utilidad para los prestamistas. Así, más y mejor información pública reducirían los costos de los usuarios para acceder a un crédito a través de un sistema que premia a quienes cumplen.
Por último, otra medida que podría generar círculos virtuosos sería reducir los costos de viajar. Aquí, por ejemplo, podríamos ver cómo revertir la siguiente tendencia: de 1995 a 2009 las tarifas aeroportuarias se incrementaron en 44%. Esto es relevante porque el 85% de éstas son pagadas por los consumidores y no por las aerolíneas. Asimismo, México puede aún mejorar mucho en lo que respecta a la conexión entre aeropuertos y transporte terrestre por medio de la introducción de competencia en la prestación de estos servicios.
Estos son solo algunos puntos que ejemplifican políticas no tan complejas que podrían tener un impacto importante en la productividad.
Imaginemos por un momento una administración que tenga 200 iniciativas lideradas por un equipo de funcionarios comprometidos con pensar cómo sí. ¿Quién no se sumaría?
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