Es respetable, pero no comparto la decisión del ciudadano que, en uso de su libertad, opta por no votar.
Hoy acaban las campañas. Desde mañana y hasta el 2 de julio tendremos nuestro periodo de reflexión. Descansaremos de propaganda electoral y teóricamente tendremos tiempo para pensar en el sentido de nuestro voto. Pero antes de decidir por quién votar, la pregunta es: ¿votar o no votar?
En este momento son muchos los ciudadanos que abiertamente declaran en las encuestas que están decididos a no votar. Consulta Mitofsky, en su última medición (segunda quincena de junio de 2006), reportó que 42% de los encuestados no piensa votar en la próxima elección.
La verdad es que podrían listarse muchas y muy buenas razones para no votar, los ciudadanos estamos cansados de los políticos, saturados por las campañas, decepcionados de los malos gobiernos, hartos de la corrupción y agobiados por una clase política, mayoritariamente de media tabla, adicta al escándalo y propensa a la superficialidad y a la frivolidad.
Ciudadanos de todas las edades y de todos los niveles socioeconómicos manifiestan dudas de por quién votar. Son parte del universo de los indecisos. El problema es que muchos de esos potenciales votantes, ante la duda y la falta de opciones, valoran seriamente la posibilidad de abstenerse.
Esto es preocupante porque la participación muestra en México una tendencia decreciente. En las elecciones federales intermedias, que corresponden a diputados federales, en los últimos tres sexenios se muestra una caída evidente: en 1991 la participación fue de 65.97%; en 1997, 57.69% y, en 2003, de 41.68%. Igualmente ha sucedido en las últimas elecciones presidenciales: en 1994 la participación fue de 77.16% y en 2000 bajó a 63.97 por ciento.
Es respetable, pero no comparto la decisión del ciudadano que, en uso de su libertad, opta por no votar. Si usted pertenece a ese grupo, respetuosamente lo invito a reconsiderar.
Yo personalmente he decidido votar. Y no pretendo aquí razonar el sentido de mi voto, lo que sí pretendo hacer es razonar, brevemente, el sentido de mi decisión de votar.
Entendiendo las muchas razones que existen para abstenerse, creo sinceramente que son mejores las razones para participar. En principio, porque soy de los que piensan que es mejor hacer y equivocarse, que no hacer y arrepentirse. Y votar es una forma de hacer.
Creo que votar es formar parte de nuestra sociedad. Es estar. Significa involucrarse en lo que nos rodea. Es pensar en los demás y hacer algo con los demás. Es decidir con los otros. Es ser social.
Pienso que el voto es un acto individual, pero no debe ser un acto egoísta. Al acudir a votar comparto un gran diálogo con los habitantes de mi comunidad y construyo, con ellos, algo en común.
No se trata de ver el voto como una epopeya romántica que todo lo cambia ni tampoco pretendo atribuirle al voto dones y alcances que van más allá de su sentido estrictamente político y social. Pero sí entiendo que el hecho de acudir a votar es una manera de refrendar un proyecto en el que creo y que se llama sencillamente democracia.
Voy a votar, porque quiero tener un México en el que siempre se pueda votar y entiendo que acudir a votar en el presente es darme la oportunidad de votar en el mañana, si así lo quiero y lo necesito.
Creo que hacerlo es un acto de responsabilidad y de generosidad con los mexicanos que no han nacido. Porque quiero que ellos nazcan en un país que yo no tuve, en el que exista una larga y verdadera tradición democrática.
Con todos los defectos que hoy le veo a nuestra democracia, aprecio que es mejor tenerla así que no tenerla. Estoy convencido de que una “mala” democracia siempre será mejor que un “buen” autoritarismo.
Votaré el próximo domingo porque valoro y entiendo que es mejor vivir en un país con 2 de julio que en un país con 2 de octubre.
La democracia es un bien que se construye y se defiende todos los días. Que tenemos que entender como una obra de los ciudadanos y no de los políticos y que para fortalecerla es necesario ejercerla.
Quiero votar, porque vivo en un país con décadas de simulación democrática y estamos experimentando los primeros pasos de una democracia real, en la que los votos cuentan y se cuentan, lo que no deja de ser un acontecimiento histórico, que sería absurdo ignorar y desaprovechar. Los candidatos y los partidos de esta elección pueden ser desafortunados, pero son accesorios frente al hecho de que tengamos la oportunidad de votar y porque al hacerlo iremos construyendo, poco a poco, una mejor clase política y mejores políticas públicas.
Quiero estar ante la boleta, para ejercer mi derecho, para vivir mi libertad, para cumplir con mi obligación y para usar el poder ciudadano de juzgar a mis políticos. Quiero verme cara a cara con cada candidato y con cada partido, para decidir. Tengo claro que, al estar ante la boleta, antes de tomar varias decisiones, habré tomado la decisión más importante: habré optado por la democracia, sencillamente porque decidí estar ahí, formarme con mis vecinos, mostrar mi credencial, pintar mi pulgar y votar.
e-mail: sabinobastidas@hotmail.com
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