Los migrantes mexicanos han sido de las primeras víctimas de la situación económica en Estados Unidos. La falta de oportunidades de empleo y la incertidumbre sobre su futuro –sumadas a los obstáculos que ya venían enfrentando– han provocado una contracción en los flujos de remesas enviados a nuestro país. El gobierno del Presidente Calderón no puede hacer mucho para mejorar la situación de los migrantes, pero no se debe perder de vista el efecto paliativo de las remesas en los sectores más marginados. Mientras la economía norteamericana no mejore será necesario monitorear de cerca el efecto de su desaceleración en las miles de familias que viven de las remesas. Se requieren ideas imaginativas que, sin romper los equilibrios fiscales, reduzcan los efectos económicos y sociales de una caída en las remesas.
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