El reciente encuentro que sostuvieron el Presidente Calderón y Javier Sicilia en el Castillo de Chapultepec tuvo consecuencias distintas a las anticipadas por la opinión pública. En vez de observarse una confrontación entre un Ejecutivo reacio e intransigente en su estrategia de combate al crimen organizado y un padre indignado que responsabiliza de la muerte de su hijo a ésta misma estrategia, se observó el encuentro de dos personas que al final de la intervención se hace evidente comparten ciertos valores. En ese sentido Calderón podría haber encontrado al mejor rival que pudiera pedir, aunque eso no significa que no corra riesgos en mantener este diálogo.
Aunque habrá que esperar a los próximos sondeos, en primera instancia las consecuencias del encuentro en la opinión pública podrían mostrar beneficio para Calderón por haber “dado la cara”. Asimismo, éste ha ganado tiempo ya que se quita la presión de la sociedad civil hasta el próximo encuentro con Sicilia dentro de tres meses -quedando 18 meses de su administración.
Sin embargo, el encuentro puede tener implicaciones potencialmente peligrosas en el mediano plazo para Calderón ante su expresa aceptación de responsabilidad moral por las 40,000 muertes y que podría ponerlo en una situación legal delicada al terminar su mandato. Además, si bien las estimaciones que indican la existencia de más de 40 mil muertos vinculados al crimen organizado en el sexenio podrían ser correctas, el discurso de Sicilia evidencia, por otro lado, que el gobierno no tiene claro el qué, cómo, cuándo y por qué de estos decesos. De alguna manera, el discurso que sostiene Calderón en el que atribuye el número de muertos a enfrentamientos entre criminales podría caerse por la abrumadora evidencia que implica el movimiento de Sicilia y específicamente por el reto de crear y financiar una placa con el nombre de cada uno de los 40 mil fallecidos.
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