La dirigencia priísta fue muy clara acerca de su posición en la segunda mitad del sexenio calderonista: el sistema político mexicano es presidencialista y, por lo tanto, es el poder ejecutivo el encargado gobernar al país. En otras palabras, en un escenario de crisis económica y de seguridad, el presidente debe asumir los costos de encabezar el gobierno. No quiere decir esto que la coalición PRI/PVEM no asuma su liderazgo como mayoría absoluta que será del congreso; el partido conducido por Beatriz Paredes con toda seguridad influirá poderosamente en la agenda política y económica del país, pero no expondrá la ventaja con la que parte hacia el 2012. Navegará con perfil bajo influyendo, y quizás decidiendo, las políticas más importantes de los últimos tres años del gobierno de Calderón; pero dejará que el gobierno asuma los costos por los resultados de las crisis que atraviesa el país. Ante éste panorama, el presidente no parece tener una respuesta y luce más preocupado por el destino de su partido que por la administración de su gobierno.
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