Hoy se celebra en México el “Día del Internet”. A 20 años de la primera conexión al Internet en el país, solamente el 16 por ciento de la población ha utilizado la red, dejando a la enorme mayoría de los mexicanos sin mucho que conmemorar.
En el mundo de los negocios, el Internet cambió las reglas del juego tanto para los consumidores como para los proveedores. Hoy, los consumidores tienen a su alcance fuentes de información que antes hubieran sido muy costosas de recaudar y acceder. Ahora pueden comparar características y precios de productos ofrecidos por empresas en distintas localidades, hacer sus compras de manera electrónica y compartir sus experiencias con otros consumidores. En ocasiones, el Internet permite también que los consumidores se salten a algunos intermediarios, reduciendo con esto el precio de los bienes.
Pero no sólo los consumidores finales se benefician. Los negocios pueden reducir sus costos e ingresar a nuevos segmentos del mercado vía el Internet. Muchas empresas utilizan este medio para encontrar proveedores, entrar a subastas para ganar contratos, y estar al tanto de las licitaciones del gobierno. El Internet ha ayudado a muchas empresas a reducir sus costos y/o a dar un mayor valor agregado a sus clientes, como la Banca por Internet que permite transacciones a distancia, lo que a su vez reduce el número de visitantes a las sucursales, o algunos supermercados, como Superama, que han pasado de la simple venta de mercancías a tomar ordenes vía Internet para entregarlas a domicilio.
Sin menoscabo de los beneficios que el Internet trae consigo, existe un límite a lo que la red puede lograr en un país como México. El comercio electrónico es el mejor ejemplo. El primer obstáculo es el porcentaje de usuarios de la red. México posee aproximadamente 17 millones de usuarios de Internet -ni siquiera el 20 por ciento de la población. Como referencia, los usuarios en Estados Unidos representan el 68 por ciento, en Japón el 67 por ciento y en Argentina el 26 por ciento. Apenas Rusia y Brasil, con 16 y 14 por ciento respectivamente, están en nuestra liga.
Una buena parte de las limitaciones del Internet se deben a la falta de una estrategia conjunta que integre a la población a este medio electrónico. Pero también existe una serie de problemas derivados del entorno regulatorio y de infraestructura.
En el comercio electrónico es donde mejor se pueden apreciar las barreras que nos impiden sacar un mayor provecho del Internet. Según datos de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), existen muchas razones por las cuales los usuarios no compran productos vía electrónica. Las más comunes son: al 49 por ciento de los usuarios les causa desconfianza ingresar sus datos al sitio electrónico, el 40 por ciento no cuenta con una tarjeta de crédito, el 36 por ciento no confía en que los productos adquiridos lleguen a su destino y el 21 por ciento considera que los costos de envío son elevados. Veamos a detalle algunos de estos puntos.
En el mundo, gran parte de las ventajas del comercio electrónico se basan en la capacidad para pagar de inmediato. En México, esto es más una meta, que una realidad. El número de tarjetas de crédito es una limitante: en 2005 solamente el 45 por ciento de las personas pagaron sus transacciones electrónicas con tarjeta de crédito; el resto pagó a través de un depósito bancario o incluso en efectivo, entorpeciendo así la transacción. Por otra parte, en muchos portales, una vez que el usuario ingresa los datos de su tarjeta, la autorización no se hace de forma automática, sino manualmente. Esto incrementa los costos y los tiempos del proceso y limita la capacidad del sistema al reducir el número de clientes al que se puede atender a la vez.
El envío de la mercancía es otra limitante. Un sistema de correo eficiente es fundamental para el desarrollo del comercio electrónico, pero el Servicio Postal Mexicano es tardado y poco confiable. La contratación de empresas privadas de mensajería resuelve, sí, el problema de la desconfianza, pero eleva enormemente los costos de envío, disuadiendo a muchos compradores. Esto ayuda a entender en parte por qué el mayor crecimiento en el comercio electrónico se ha dado en la compra de boletos de avión, reservaciones en destinos turísticos, programas de software y otros servicios que no requieren del envío físico de un producto (o cuyo precio, siendo ya elevado, opaca el incremento marginal en costos por mensajería). Por otra parte, el comercio electrónico en alimentos, llevado a cabo por tiendas de autoservicio, ha logrado darle la vuelta al sistema postal al hacer del envío inmediato un ingrediente fundamental del servicio ofrecido.
Por último, vivimos en un entorno de desconfianza que permea todos los ámbitos de la vida cotidiana. A menudo los mexicanos nos sentimos más seguros proporcionando datos en línea y adquiriendo productos vía electrónica en portales de empresas estadounidenses, por ejemplo. La ineficacia de nuestro sistema legal y la falta de regulaciones que protejan al consumidor incrementan el riesgo y el costo de transacciones comerciales vía electrónica.
Si bien el Internet ha venido a beneficiar a todos los miembros de la cadena productiva, tanto consumidores como empresarios deben tener presentes las limitaciones que aquejan y limitan el potencial de la red. Estos obstáculos -comenzando por la calamidad del Servicio Postal Mexicano- son un llamado a la clase política y una invitación a la creatividad de las empresas que quieren (¡y deben!) incursionar en la era electrónica.
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