La reacción del presidente Calderón contra los empresarios es el efecto de las presiones que enfrentó en la defensa de su propuesta fiscal. Para el Ejecutivo no pasó desapercibida la andanada de críticas del empresariado ni el intenso cabildeo de algunos que han estado consistentemente en contra de su propuesta desde el inicio. Ante situaciones complejas donde hay poco margen de maniobra, como este caso, Calderón ha optado por endurecer su discurso y no hay señales de que esto cambie en los años por venir.
Lo aprobado en el Congreso y la postura del Presidente no le vienen bien a los empresarios. Si bien se suele asociar a éstos con el PAN, sus intereses no tendrían porque ser siempre compatibles. No porque ciertos empresarios hayan apoyado a Calderón en 2006 significa que lo seguirán haciendo incondicionalmente, y esto aplica para las elecciones presidenciales de 2012. Los empresarios velarán siempre por sus propios intereses y, al igual que los ciudadanos, mientras no vean sus impuestos traducidos en bienes públicos, estarán más reacios a pagarlos. Esperar un apoyo voluntario e incondicional de cualquier actor, no sólo de los empresarios, es irreal.
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