Las drogas pueden generar una dependencia psíquica y fisiológica que transforma a individuos libres en esclavos de un compuesto químico. No todas las drogas son adictivas ni todos los consumidores son adictos. Sin embargo, quienes sufren de adicciones cargan un yugo que doblega su voluntad y calidad de vida. Las drogas, legales e ilegales, representan un problema de salud pública para el gobierno mexicano. ¿Cuál es la mejor manera de enfrentarlo?
Si tienes un ser querido que sufre de adicciones ¿dónde preferirías que lo ayudaran a superar el problema, en una clínica de rehabilitación o en el Reclusorio Norte? Si una persona consume drogas de forma eventual y recreativa, sin hacer ningún daño a nadie, ¿su comportamiento amerita pena de cárcel? Cómo prefieres que se gasten tus impuestos, ¿manteniendo tras las rejas a miles de consumidores ocasionales o en campañas contra las adicciones y tratamientos de rehabilitación?
Hoy en nuestro país, si un policía captura en flagrancia a un poseedor de pequeñas dosis de enervantes, la ley no establece criterios claros para determinar si esa persona es un consumidor o un narcomenudista. La iniciativa legal que vetó el presidente Fox la semana pasada buscaba marcar con cantidades específicas la diferencia entre un usuario y un comerciante de adicciones. El veto presidencial no ayuda a combatir el narco, pero sí da licencia a las policías para extorsionar a los pequeños consumidores. ¿Encarcelar a un tipo que trae un cigarro de mariguana y no tiene suficiente dinero para sobornar a la policía, nos hace vivir en un país más sano y seguro? Yo creo que no.
México dejó de ser una ruta de paso en el negocio de las drogas para convertirse en un mercado final. La revista Chilango (abril 2006) presentó una investigación espeluznante que se resume en el título del reportaje: “Los expertos en drogas tienen 13 años”. El veto presidencial tampoco ayuda a proteger a l@s niñ@s mexican@s del infierno de las adicciones.
Cada sociedad tiene que decidir su grado de tolerancia hacia la libertad de los individuos frente a las drogas. En Holanda se puede fumar libremente mariguana en un café. En México, la posesión de 500 gramos de “hierba mala” tiene una pena de dos años y nueve meses de prisión; en Singapur por poseer esa misma cantidad se aplica la pena de muerte. El debate sobre las drogas genera más pasiones que argumentos. Al parecer el veto de Vicente Fox no estuvo basado en investigaciones clínicas o policiales, sino en los prejuicios de Estados Unidos sobre el problema de las drogas. Nuestro vecino tiene tal pánico sobre el consumo de mariguana, que ha declarado ilegal cultivar la planta en laboratorios que hacen investigaciones sobre sus posibles beneficios clínicos. Pacientes de cáncer que reciben tratamientos de quimioterapia o personas que sufren trastornos alimenticios han confirmado que la mariguana les ayudó a recuperar el apetito y prevenir las náuseas.
Sin embargo, el polémico vegetal tampoco es del todo inocuo. Después de 30 años del experimento holandés con el libre consumo de mariguana, los saldos no son del todo favorables. En su estado natural, la mariguana puede generar dependencia psicológica, pero no fisiológica. Sin embargo, un productor de la planta puede añadir artificialmente nicotina para lograr que sus clientes queden enganchados a la adicción. La producción industrial de mariguana ha transformado los compuestos químicos de la planta. La mota que fumaba Bob Marley en los setenta era mucho más benigna de la que se consigue hoy en México.
Si una persona adulta fuma un cigarro, de mariguana o tabaco, se está haciendo un daño a sí misma. ¿Hasta dónde el Estado debe proteger a los adultos de las decisiones que toman por su libre albedrío? Con la ley vigente, el policía de la esquina tiene autoridad para decidir si una persona sólo se hace daño a sí misma o perjudica a toda la sociedad. Esta discrecionalidad genera más problemas de los que resuelve. Con dos terceras partes de los votos de senadores y diputados, el Congreso aún puede decirle “No” al veto presidencial.
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