La próxima semana se cumplen dos años del inicio de la administración de Felipe Calderón. Tras una toma de posesión complicada y un inicio prometedor con la aprobación de una importante reforma estructural (ISSSTE), el sino de esta administración ha sido el gradualismo en las reformas, llámense fiscal, petrolera, judicial o educativa. Si resuelven el reto de la implementación –sobre todo las dos últimas– podrían tener un efecto muy positivo para el país en el mediano y largo plazo. Sin embargo, difícilmente serán un factor de importancia para un tercer año de gobierno inmerso en un contexto inminentemente electoral. Las elecciones legislativas llegan en el momento más cruento de la guerra contra el narcotráfico y con un ambiente de recesión e incertidumbre en la economía mundial que afecta ya al país. En ambos casos, la estrategia del Ejecutivo parece rebasada por la magnitud de los desafíos. Tras el duro golpe de la muerte de Mouriño, el Presidente ha recompuesto su equipo de gobierno con una vuelta a escena del panismo tradicional, en demérito de su círculo cercano. Esta será su apuesta para evitar que, como en las últimas dos administraciones, las elecciones intermedias lo dejen con menos correligionarios en el Congreso. El tiempo y el espacio de maniobra son cada vez más reducidos.
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