El Jefe de Gobierno del Distrito Federal comienza la segunda parte de su gestión con dificultades en varios frentes. La principal es que pasará de tener el presupuesto más alto en la historia de la ciudad (122 mil millones de pesos) a un escenario de austeridad. Para un gobierno que sustenta su imagen en la obra pública la noticia es pésima. Ante esto, se verá a un Ebrard más crítico de las iniciativas en materia económica del presidente Calderón, buscando establecer puntos de comparación con el Gobierno Federal que le favorezcan –como la iniciativa para simplificar la apertura de negocios– y trasladando la responsabilidad del retraso o cancelación de obras a los recortes presupuestales. Si bien la postura crítica ante el Gobierno Federal lo acerca a López Obrador, Ebrard continua su proceso de separación gradual de éste como parte de sus aspiraciones presidenciales. El equilibro entre estas dos acciones no será sencillo.
En otros frentes el escenario no es menos complejo. La situación de Iztapalapa es una bomba de tiempo. Incapacidad para gobernar, agresiones y enojo de la ciudadanía son elementos de los que en su momento Ebrard no podrá escapar y tendrá que intervenir. La escasez de agua por un lado y las inundaciones por el otro son problemas cada vez más difíciles de solucionar en el corto plazo. La inseguridad continua siendo la principal preocupación de la sociedad y considera que ésta ha empeorado durante la administración Ebrard. Los frentes son muchos y las probabilidades de fracaso están latentes en cada uno.
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