Aunque han sido pocas las encuestas publicadas tras el primer debate entre los candidatos presidenciales, las tendencias electorales parecen no haber sufrido grandes cambios. Enrique Peña Nieto continúa superando, por mucho, al resto de los contendientes. Ante tal escenario, se ha comenzado a observar con mayor nitidez un clivaje entre los electores que apoyan al candidato del PRI y aquellos que no lo hacen, es decir, una suerte de “antipeñismo”. En éste se agrupan votantes afines a López Obrador y a Josefina Vázquez Mota, así como algunos indecisos. Entonces, la pregunta relevante es si el “antipeñismo” logrará tener la fuerza suficiente para incidir en los resultados electorales del 1 de julio.
La primera señal de que esta división se avecinaba fue el debate, aunque de forma un tanto involuntaria. En aquel evento, los ataques frontales de López Obrador contra el candidato del PRI hicieron palidecer a sus mismas menciones “antisistema” encarnadas en la figura del PRIAN (que AMLO había empleado como medio para asimilar a sus dos contrincantes). En tanto, Vázquez Mota se olvidó de AMLO –igual que lo hizo el tabasqueño con ella—, y también centró sus cautelosas ofensivas en Peña. No obstante, la chispa del “antipeñismo” prendería cinco días después del debate, con la visita del mexiquense a la Universidad Iberoamericana y la reacción de reclamo de un sector significativo de su estudiantado. Transcurrido el incidente, las redes sociales estallaron en su mayoría en críticas contra Peña; por el contrario, las grandes televisoras y radiodifusoras nacionales diluyeron los acontecimientos en la medida de lo posible. De hecho, el control de daños desde el equipo priísta tuvo que operar con tanta o más fuerza y pericia que en el llamado posdebate. A pesar de ello, hubo un potencial desperfecto colateral para el PRI cuando, en las mismas redes sociales, inició la convocatoria para una “marcha informativa antipeña” a celebrarse en las principales plazas del país el próximo sábado 19 de mayo. Por desgracia para sus organizadores, el acto enfrenta varios obstáculos de índole estructural. Primero, su difusión ha estado limitada al internet y algunos medios de alcance muy menor a la de, por ejemplo, un canal de televisión. Segundo, su desarrollo será justo un día antes de otra manifestación planeada con anterioridad (a fines de abril, para ser precisos) titulada “Expresión global de apoyo a AMLO”, la cual tuvo su origen en comunidades de jóvenes mexicanos en el exterior. No han faltado las expresiones respecto a que una trata de boicotear a la otra. Tercero, no es muy clara la definición del “antipeñismo” en términos de su utilidad y eficacia. Hasta ahora, ésta no se ha traducido en un movimiento por el voto útil o en llamados a un voto diferenciado.
Acerca de este último punto, hay múltiples incógnitas de difícil resolución. Por un lado, no parece haber un consenso sobre cuáles son las características, valores e ideas del candidato priísta que causan malestar entre la ciudadanía. Este tema puede provocar poca unidad en el movimiento dado que al interior habría sub-grupos con agendas específicas, dentro de las que cabe el impulso a otros candidatos más que la defensa de ciertos derechos considerados en riesgo con el regreso del partido hegemónico durante el régimen autoritario mexicano del siglo XX. Por otro lado, no hay claridad sobre quiénes coordinan o impulsan el movimiento. De ser alguno de los partidos políticos –como acusó la cúpula del PRI al referirse al evento en la Ibero- las movilizaciones quedarían deslegitimadas en su supuesta naturaleza ciudadana. Por último, decidir eficazmente oponerse a Peña implica dar su voto a un ciudadano o ciudadana postulado por un partido. Esto se complica más cuando las dos opciones electorales factibles del “antipeñismo”, PAN y frente de izquierdas, son diametralmente opuestas en su ideología, además de que todavía se restriegan las profundas heridas producto de la polarización electoral de 2006. En suma, es bastante dudosa la efectividad de un eventual voto útil a favor de alguno de los candidatos hoy en empate técnico por el segundo sitio de la contienda. Sin embargo, si el amorfo “antipeñismo” lograra bajarle puntos al PRI, y tanto panistas como izquierdistas lograran escalar porcentajes paulatinamente acercándose al 30% de las preferencias, el escenario de tercios no sería tan descabellado. La pregunta ahora es, ¿podrá la chispa “antipeñista” avivar dos fuegos al mismo tiempo? Y, si sí, ¿en qué escenario legislativo se traduciría?
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