La acusación de AMLO hacia Juan Camilo Mouriño de favorecer a empresas familiares en la asignación de contratos de PEMEX entre 2002 y 2003, cuando se desempeñó como presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados y como asesor del secretario de Energía, Felipe Calderón, dañó mucho más su imagen pública que los alegatos alrededor de su nacionalidad. En lo que se esclarece este tema o se decide crear una comisión para investigarlo, este ha sido, sin duda, un gran golpe para el principal operador político del Presidente. Juan Camilo está herido (aunque no de muerte política todavía), el control de daños no ha sido óptimo y su credibilidad como interlocutor en la negociación de la reforma energética está por los suelos. La pregunta es si en el mediano plazo el antes hombre “todopoderoso” del Presidente puede convertirse en un pasivo más que en una fortaleza para el gobierno federal.
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