El contexto del reciente escándalo en el que se ve envuelto el ex dirigente del PRI en el Distrito Federal, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, arroja luz sobre cuáles son los aspectos clave para controlar políticamente el complejo mosaico de fuerzas en el Distrito Federal. Además, permite observar cómo la configuración de distintos factores, como la multiplicidad de grupos de interés, la debilidad del jefe de gobierno, y la diversidad de conflictos en la oposición al PRD, darán lugar a que la lucha por el poder político y por la contienda electoral del D.F. en 2015 y 2018, se vea cada vez más competitiva, cosa que no había sucedido en años. Para el PRI “sacar al PRD del DF” es una misión todavía más grande que la que envalentonó al PAN en 2000.
Gobernar la capital de la República no es una tarea fácil, pues supone proveer de servicios, seguridad y orden, a más de 8 millones de habitantes (sin mencionar otros tantos de población flotante proveniente del área conurbada). El D.F. es particular, pues cuenta con un complejo sistema de grupos de interés compuesto de actores diversos que van desde clientelas hasta organizaciones gremiales que tienen el poder suficiente como para “poner en jaque” la gobernabilidad de la ciudad, por medio de la movilización de recursos y miembros. El caso de Cuauhtémoc Gutiérrez, quien se hizo de tal poder político y económico vía el control de los pepenadores de basura (heredado de su padre, Rafael Gutiérrez, “El rey de la basura”), es tan sólo uno de los tantos grupos existentes en el mapa de grupos de interés (o mafias, como se les prefiera denominar) en el D.F. Asimismo, aun cuando varias de estas clientelas surgieron y vivieron mucho tiempo a la sombra del priismo, la mayoría de ellas se “mudaron” al PRD después de la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y se convirtieron en la plataforma que lo llevó al gobierno local en 1997. Así, en vez de combatir las prácticas nocivas de esos grupos, la izquierda gobernante en la capital optó por comprar el paquete completo, es decir, con los beneficios de la movilización político-electoral y la extracción de recursos económicos, pero con el dolor de cabeza del chantaje, la corrupción y la amenaza de ingobernabilidad que representa su salida de control.
Respecto a este último punto, la figura de un jefe de gobierno fuerte ha sido básica. Sin embargo, en este sentido, la capacidad y el liderazgo de Miguel Ángel Mancera quedan cada vez más en entredicho. La creciente debilidad del Ejecutivo local es evidente, como lo demuestra la encuesta publicada por el diario Reforma el pasado 7 de abril, en donde la aprobación de Mancera va en picada desde agosto de 2013, cuando registró un nivel de aprobación de 55por ciento, a un 39 por ciento obtenido en marzo de 2014. La caída se debe en gran parte a la creciente percepción de inseguridad de la capital y al mal manejo de casos como las fallas de la línea 12 del Metro. Asimismo, Mancera carece de una estructura firma de liderazgo en la Ciudad de México, pues no pertenece a ningún partido político, y no tiene una agenda propia para la ciudad que lo proyecte como una figura fuerte.
Ahora bien, el reto de los partidos no es fácil, aun ante el debilitamiento del jefe de gobierno. Por un lado, el PRI deberá reconstruir su imagen de “nuevo PRI”, la cual fue dañada tras el escándalo de Gutiérrez de la Torre. Cabe recordar, además, que ni siquiera el efecto Peña pudo detener la aplanadora perredista en 2012. Por otro lado, el PAN capitalino no sólo deberá sobrevivir a los daños colaterales producto de la contienda interna por la dirigencia nacional del partido, sino que requiere una modernización de su plataforma, sobre todo dado el perfil del votante local. En este caso, Acción Nacional en el D.F. tiene entre sus cuadros a personas con ideas tan o más de derecha que el panismo guanajuatense, lo cual podría funcionar cada vez menos, incluso en su bastión más poderoso, la delegación Benito Juárez. En la última elección, el PAN perdió hasta la delegación Miguel Hidalgo, nunca antes en manos del PRD. Por el lado de la izquierda, el PRD necesitará, al igual que el PAN, resolver las diferencias al interior del partido para poder definir su liderazgo capitalino, en especial considerando que el espectro político de izquierda contará con la presencia de MORENA, el partido de López Obrador, quien todavía tiene un apoyo amplio en la ciudad.
En suma, la debilidad de Mancera y la particularidad política del D.F. han propiciado que se genere un escenario en donde la competencia por el control de la metrópoli entre los partidos y sus distintas facciones será muy intensa en las próximas elecciones de 2015 y 2018. Así, la distribución del poder entre los partidos y grupos de interés se podría reconfigurar más pronto de lo que se pensaba hasta hace unos meses.
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