El impacto de la crisis global ya está aquí y se llama desempleo; y es que los datos recientes de estimaciones de crecimiento para 2009 muestran sólo la punta del iceberg. Un ejemplo de los desbalances que ya enfrenta México se encuentra en el déficit comercial, que a octubre acumulaba $11 mil millones de dólares (de los cuales $7.7 mil millones fueron en el trimestre agosto-octubre). Esto se traduce en que el sector exportador, que representa alrededor del 25% del PIB, enfrenta la caída de demanda en los mercados internacionales, principalmente en Estados Unidos –el más importante socio comercial. Los efectos no se hacen esperar, ya se reportan 300 mil empleos perdidos entre julio y septiembre, cifra con la que el desempleo alcanzó el 4.11%. A esto se debe sumar el factor estacional, que indica que el inicio del año y no el final es cuando las tasas de desocupación alcanzan sus máximos niveles, lo que implica que el escenario es de mayor desempleo para el bimestre enero-febrero de 2009. La caída en la actividad económica obliga a las empresas a balancear sus costos, y si se considera que gracias a la inflexible y caduca Ley Federal del Trabajo, algunos de los costos más onerosos para las empresas son los laborales, es razonable deducir que habrá más desempleo en el corto plazo. ¿Qué puede hacer México al respecto? La primera acción es activar al sector productivo, objetivo del anunciado –pero no iniciado– Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo (PICE); y la segunda, activar el consumo interno, acción que empezaría por poner las condiciones para que los bancos reduzcan sus altas tasas de crédito al consumo. Una tercera acción, que completaría la política contra-cíclica, es una reducción de la carga impositiva, pero un en país con una recaudación tan pobre, parece muy complicado de implementar.
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